Bengala Hotel está construido con ladrillos de palabras reflexivas. Arquitectura que se indaga para no ser sólo algo que se halla ahí, erigido. Despliegue y repliegue son movimientos continuos, como propone Deleuze. Uno repercute en el otro. A medida que avanzamos en la lectura, las paredes imaginarias de este cuarto (hojas) se transforman en pantallas que reverberan con imágenes, proyectando una variedad de personajes y sensaciones. A su vez, rebotan contra otra pared imaginaria: una identidad que aparece sólo por este rebote. Se trata de mirar lo que no está, o lo que si alguna vez estuvo, ha dejado una cicatriz, un fantasma, un recuerdo.

abiertos.
Karina Macció
Reseña publicada en La Máquina del Tiempo