En TV trabajé como guionista escribiendo junto a Diego Sehinkman, los monólogos iniciales de Roberto Pettinato del programa Duro de domar. También los monólogos donde el conductor imitaba a Tato Bores.
Además guioné a Roberto Pettinato en radio entre 2004 y 2008, en el programa de radio El show de la noticia (FM 100).
En ese programa, hice muchos de los personajes que salían al aire.
Entre 2005 y 2008, colaboré autoralmente en la “Plop” la columna semanal de Roberto Pettinato que sale en el diario Clarín.
Además trabajé en radio en Zona liberada Radio Uno (FM 103.1), y en No se desesperen Mega (FM 98.3), conducidos por Martín Ciccioli.
También trabajé en Mondo Beat Radio Metro (FM 95.1), conducido por Diego Ripoll.
Fui notero de Caiga quien caiga y Argentinos por su nombre.
Fui humorista y notero de Duro de Domar, RSM y un Mundo perfecto.
Fui guionista de programas como Caiga quién caiga (1996-2001), Delicatessen (1998), Televisión registrada (2000-2001), La Cajita Social Show (Sebastián Borenzstein) y Videomatch(1995-2000), entre otros.
Hice humor gráfico durante varios años en los diarios La Razón y Perfil.
Actualmente hago humor gráfico en el diario La Nación y escribo todos los viernes en el Diario la U.
En cine, actué, escribí y dirigí cuatro largometrajes independientes: Sidra, T.Ves?, Habano y cigarrillos y El periodista.
Soy cantante, autor de las letras y monólogos del grupo de música Trío Ibáñez.
Llevo escritas doce novelas.
Tenemos un problema, Ernesto, mi anterior novela, fue editada en el 2011 por editorial Planeta.
Ahora publico otra de las novelas que tengo escritas: ésta.
Para los que creen en los concursos literarios, La meta de Gregorio fue dos veces finalista en el concurso de novela Ciudad de Salamanca (España).
Si me querés saber más, te dejo mi página web:
Y si me querés contactar, te dejo mi email:
Compartimos con ustedes el comienzo de La meta de Gregorio:
Una mañana, Gregorio se despertó de un sueño intranquilo y se encontró convertido en Franz Kafka. Estaba tirado en su cama y al levantar un poco la cabeza, vio que tenía puesta una camisa blanca gastada, un traje negro también gastado, unos zapatos negros sin lustrar, una corbata del mismo color y un sombrero gris.
–¿Qué me pasó? –se preguntó Gregorio.
Y se dio cuenta de que no era un sueño. Porque su habitación seguía siendo la habitación de siempre. Arriba de su escritorio estaba la computadora, la impresora y la pecera, con un solo pez.
Detrás del escritorio, estaba su biblioteca repleta de libros.
Colgando de uno de los estantes, había una foto de Franz Kafka sostenida por una chinche, que el mismo Gregorio había recortado de una revista literaria.
Pegadito a la biblioteca, como empotrado en la pared, había un gran espejo que apuntaba directamente a su cama. Gregorio se miró en él y se impresionó con lo que vio. Bueno, no era para menos. Su cara y su cuerpo, ¡eran la cara y el cuerpo de Franz Kafka!
Al principio, descubrir que se había convertido en el escritor que tanto admiraba, lo llenó de alegría. Pero el nuevo cuerpo era pesado, muy pesado, y le generó unos terribles dolores musculares que acabaron con esa sensación de felicidad que había sentido al principio.
Afuera llovía. La lluvia lo melancolizó.
“No puede ser lo que me está pasando… Tengo que estar soñando… ¿Y si sigo durmiendo y me olvido de toda esta locura?”.
Pero quiso seguir durmiendo y no pudo.
“Reconozco que todo lo que estuve escribiendo en estos últimos cinco años tenía un parentesco con Kafka. ¡Pero nunca pensé que fuera para tanto!”.
Arrastrando la espalda, se deslizó lentamente hacia la cabecera de la cama para poder levantar un poco más la cabeza. Pero se encontró con que tenía el sombrero ¡pegado a su cabeza! Esto le dificultó aún más el desplazamiento. Para colmo, el traje que tenía puesto, por más que quería, no se lo podía sacar. Estaba adherido a su cuerpo. Como una capa de piel más.
Gregorio no la estaba pasando bien. Sentía que se quemaba con fuego, fuego con el que había estado jugando estos últimos años.
Una respuesta a «Diego Recalde en Viajera Visita»
Un placer leerlo, escucharlo y verlo. Inefable y simplemente genial.
Paola Mesaglio.