Artista: Ashley Hold |
Esquirlas de un recuerdo
Y tu sangre amarilla viene
a derramarse
justo en la boca de esa mosca
que siempre nos jode la misma neurona.
Qué oportuna.
Ahora veremos caer toneladas
de nubes.
Las encerrarán en jaulas.
Ya no podrán volar libres,
pero vos seguí nomás.
Total la mosca sigue ahí,
y a tu soberbia de mocasín
no parece importarle que me duela
la luna en esta noche llena de estrellas
a las que nunca
se me ocurrió escupirles un deseo.
Evocación
No te quedes
con la resaca del recuerdo
ni la costumbre de escupir el cielo del pasado.
No te pierdas
en la espesura del frío
ni en el corazón de la noche.
No te busques
en la mirada del tiempo
ni en la piel de la soledad.
No me toques en tu memoria
con los largos dedos de la mentira
ni enciendas un fuego del repaso
con la amargura del vacío.
No mates las huellas
con tu antitético presente
y no te escapes de vos.
Te extrañás y se nota.
La embestida
Impoluta
la hoja espera alerta a que el poema la corrompa,
de vida la salpique
y la vacíe del blanco silencio de sus renglones vírgenes.
Aguarda paciente la embestida
como la boca desea el beso
o la herida el olvido.
Quieta
sabe que ese cielo de letras va a llegar
después de que la ausencia se seque
en la mejilla de Gelman[1], el ingenio
pite dos veces de un sueño de Rimbaud[2] o el whisky
queme en la garganta de Bukowski[3].
Ella sabe
y desnuda pretende el abrigo de tinta
como el alma anhela la piel
la soledad a vos
o aquel viejo un recuerdo de un recuerdo.
La hoja se deja llenar de poesía,
el poema se hace ajeno de lo ajeno
y yo
me desprendo de mí para caer sobre esa ciega
sábana pálida, anónima, impoluta.
Tres largos segundos
¿Cuán puta puede ser la vida?,
grita en silencio la oscuridad.
Los labios quietos
parecen piedras de un puente
que nunca se termina de construir.
Por la pequeña rendija de la boca,
el susurro del viento se cuela,
se mete entre los huesos
y taladra el tímpano del corazón.
Frío, siente frío
al desnudarse en letras
y no sentir el abrigo de la poesía
ni el calor de la mirada.
La angustia se acurruca,
se envuelve las rodillas con sus manos,
lentamente se hamaca
y, para que todo desaparezca,
cierra los ojos tres largos segundos…
Uno.
Dos.
Tres.
Los párpados se despegan
y el mundo sigue allí.
¿Cuán puta puede ser la muerte?
* En momentos como éste, mejor romperse del todo. No quedar a medias tintas. En medio del camino. En la mitad del verso, sino carece de sentido la oración. Escribir, tomar, destruirse. Quedar atascado deviene indefectiblemente en la amargura. O romperse todo o no romperse nada, más algo de todo esto no tenga sentido y quizás mañana la sobriedad no me permita siquiera pensar en ello, en nada. En nada.
*Escapar hacia uno mismo. Desvanecerse ante el balcón de tu mirada. De mi mirada. De las miradas que me hacen. Que me son. Que nos son. Que no son. Abstraerse adentro tuyomío. Sostenerme en tu boca. Lanzarme en vos a mí. Comerte entera para no extrañarte. Para no cavarte en lo hondo del raciocinio. Para no clavarte en la pared de la incertidumbre. Para no estancarme. No vaciarme. No desarmarme cada segundo en que como dos extraños, la vida continua.
*A veces uno se embarulla en la imaginación y llega a sentir que es real algo imposible. Que es posible algo irreal. Seamosrealistassoñemosloimposible, me dijo. Quise saber. No supe cómo. Quise llegar. No supe cómo. Siempre es largo el salto para las piernas cortas de mi esperanza. No alcanzo la altura de tus sueños. Me pierdo en mi entelequia y miro fijo esa puta mosca que viene a zumbarme al oído. La conciencia, la llaman algunos. Yo le diré mujer.
*Hay giros que nos hacen perder el rumbo. Nos abandona el raciocinio. El sosiego nos suelta la mano y el miedo nos sostiene los pies. Lo inexplicable se estrella en nuestra frente y quiebra todos los sentidos. Y te sentís pequeño. Muy pequeño. Indefenso. Desprotegido. Se desvanece la seguridad, se escurre la confianza. Lo insondable te muerde el pensamiento, y no te deja ver más allá de vos.
Y así vas por la vida, con el corazón emparchado, atado con los pocos hilitos que le quedan a la esperanza, con la mirada medio perdida entre la realidad y los recuerdos.
Y así estamos, los unos y los otros, con nuestras derrotas a flor de piel, exhibiendo nuestra mejor sonrisa, ocultando los derrumbes, sorteando los embates de la vida.
Nadie te enseña qué hacer cuando el destino se presenta inoportuno. Sólo resta improvisar.