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Maugeri lee a Mana en la Feria del Libro



Cecilia Maugeri leyendo un texto de herpes en el Mundial de Poesía de la Feria del Libro




Hoy no me preparés el almuerzo de mañana

Abrí el Tupperware esperando que algo haya cambiado
(masa, jamón, suero cobrado como queso,
y más masa carbonizada, a falta de una, 
eran dos la porciones de inmundicia,
teniendo la soberbia de presentarse en forma geométrica,
«porciones» fueron llamadas antes de inmortalizare
en el atemporal TupperWare).

Sesenta y seis cepillados de dientes, cuarenta y cuatro
aperturas y sus cuarenta y cuatro correspondientes
cerradas; exactos veintidós días que el objeto
era cargado y descargado del mismo contenido.
Los había visto y sufrido en todas las variantes
posibles, porciones isósceles, equiláteras, escalenas.
De cuatro lados iguales, dos y dos.
Con cortes semicirculares.
Tres lados iguales y uno en diagonal.
Con repulgue.
Sin repulgue.
Y cuando las opciones se agotaban, volvíamos al inicio.

Probé dejándolo al sol.
Nada.
Abandonarlo a la intemperie.
Mismo resultado.

Traté de olvidarlo junto a la Eskabe.
Igual decepción.
Someterlo al transporte público.
Cadena de fracasos.
-parecía ser que una y otra vez el envase apodado «taper»,
se las traía conmigo-

Volví a abrirlo.
A mirar el interior. El suyo y él del contenido.
Separé, como diría el abuelo que nunca tuve,
la paja del trigo.
Ya no importaba si era pastel de papas, lomo
embuchado o la amorfa masa y su relleno.
Aparté su producto, dejándolo cuidadosamente
en una bolsa dentro de un cesto.
Lo miré a él. A su tapa raída, quizás antes transparente.
Su pretenciosa forma cuadrada
y su ridículo color anaranjado.

Busqué la medianera.
Asumiendo que las fuerzas no iban a alcanzarme,
desistí.
Un intento fallido hubiese significado que él
resultase victorioso.
Volví a guardarlo en mi pequeño bolso de mano.
Unas cuadras más adelante, encontré
una amable fogata.
Lo retiré del bolso.
Volví a mirarlo.
Las llamas lucían calientes.

Si hubieses cooperado.

Su estructura ya no parecía tan inmutable.

Si me hubieses entendido.

El naranja parecía aplacarse, mientras las flamas
se peleaban por crecer dentro de la fogata,
devorando ansiosas su plástico alimento.


Mana
herpes, Viajera Editorial, 2010.