Si pudiera haría de este momento una gloria. Sentada en mi escritorio, como si nada estuviera alrededor, me relajo buscando un nuevo horizonte, un transporte del cuerpo hacia otro lugar en donde el aire sea libre y el acceso inmediato.
Quizás sea eso lo que me cuestiono cada día, esa necesidad de no sentir el agotamiento de las palabras repetidas, de las menciones ordinarias, de los universos redoblados.
Estoy y no estoy. Me quedo porque me conviene pero no porque lo sienta. El oxígeno a veces se cotiza muy caro y yo indago el afuera.
María Victoria Verzura, Sentir Óseo.
Viajera, 2010.
Una dama que escribe una carta y su sirvienta, J. Vermeer |