El baño y el otro lado
No sabía que tenía diarrea. En general no se hace notar hasta último momento. Por eso, cuando sentí la urgencia, al principio no reaccioné. Supuse que podía esperar. Y me equivoqué en el cálculo. Por suerte, me di cuenta del error, pero tuve que apurarme para llegar al baño a tiempo.
No podía perder un minuto. Sabía que no debía dejar que nada me interrumpiera. Era necesario prescindir de todo material de lectura. La urgencia lo ameritaba.
Como estaba bastante lejos del baño, tuve que correr. En el camino abría puertas, prendía y apagaba luces. Mientras, para ganar tiempo, me iba desabrochando el pantalón. Aunque tomé velocidad, me ocupé de tener el suficiente cuidado para no toparme con ningún obstáculo que me interrumpiera el trayecto. Si tiraba algo, lo levantaría al regreso.
Justo cuando faltaban unos pocos metros para el baño, se me apareció un fantasma. Una figura traslúcida vestida con ropa del siglo XVIII, se paró frente a mí y con un extraño acento me dijo: “Traigo un mensaje del otro lado”.
Pero yo no tenía tiempo para estas cosas. En ese momento, lo natural era mucho más importante que lo sobrenatural. Seguí mi camino, pasé a través del fantasma y logré llegar a tiempo al baño. Antes de atravesarlo pude ver cierta confusión en su rostro.
Pasé los siguientes minutos en el baño, preguntándome qué comida podría haberme caído tan mal. Luego de un rato, ya aliviado, tiré la cadena y me acordé del fantasma.
Después de lavarme las manos, lo busqué por toda la casa. Ya no estaba. Tal vez se había ofendido. Tal vez pensó que yo no estaba listo para lo que querían comunicarme. No sé qué pudo haber ocurrido. Y aunque siempre que paso por ahí lo recuerdo, nunca más lo volví a ver.
Nicolás Di Candia, Léame.
Viajera, 2011.