Me llené de mierda
odio
puro
derramando entra
cada hueco de mi cuerpo.
La silla casi inmóvil junto a mi cuerpo reposado sobre ella, descansa, se hace una la respiración, la espuma azul se eleva debajo de mis nalgas, sosteniéndome. Tarea no fácil, ya que el torso yace sin forma erecta sino más bien lo contrario, lleno de bostezos y lagañas aún metidas en las córneas mismas de mis ojos, que apenas se muestran verdosos.
La hora se hace estática, no disparan los segundos, se hacen eternos. Miro por las paredes vidriadas como el resto simula un hacer que no hace.
Los pensamientos más liberadores son aquellos que están afuera esperando a que yo salga de acá, cruce la puerta y vuelva a ser el ser que busca la vida desde otro lado. Pero tanto le cuesta lograrlo.
María Victoria Verzura, Sentir Óseo.