Por Daniel Gigena
La obra poética de Karina Macció (Buenos Aires, 1974) se remonta a fines de los años noventa, cuando publicó Pupilas estrelladas. Luego se sumaron Ferina, de 2001, Lestrygonia, de 2003, Impresos en rojo, La pérdida o La perdida, de 2006 y 2008, y en 2011, Diario de la transformación. En 2006 creó además Siempre de Viaje/Literatura en progreso, un espacio de literatura creativa que dio inicio al sello Viajera Editorial, en 2008, dedicado a la publicación de poetas contemporáneos (www.viajeraeditorial.com.ar). En el Abasto está la base de operaciones (retóricas y líricas, vinculadas al embellecimiento de la lengua vestida de arrebatada crónica cotidiana) de Viajera; allí conversamos con Macció sobre su último libro, publicado en edición bilingüe con versiones al inglés de Anne McDermott, titulado Mis Peores Poemas de Amor (así lucen las mayúsculas iniciales, rosadas sobre el fondo violeta de la tapa).
“Mis peores poemas de amor inicia una nueva etapa en mi escritura porque me animé a volver a un género que suelo mirar con desconfianza, el de la poesía amorosa, y esta vez fui con todo, al menos con todo lo que tenía en ese momento. Siento que estuve esquivando el tema porque es tan cliché, un lugar común de la vida y de la poesía. Todos alguna vez nos enamoramos, a todos nos rompieron el corazón y sufrimos terriblemente. Seguro que no fuimos correspondidos y seguro que en algún momento fuimos insoportablemente felices. La primera versión de Mis peores poemas… surgió del impulso de dejar de racionalizar mis lecturas literarias y teóricas, y lanzarme a escribir una versión de las sensaciones, sentimientos, imágenes que el amor me ha ocasionado. Se me ocurrió hacer un desafío que tuviera que ver con este proyecto y salí con la idea de Minuto de Amor: convocar a muchos autores a decir algo sobre el amor en sesenta segundos.”
¿Cómo pasaste del registro oral de Minuto de Amor al de la página impresa?
Fue buenísimo lo que pasó, enseguida se armó una movida interesante, todos querían pronunciarse y yo cerré una nueva versión de Mis peores poemas de amor en inglés, impulsada por todo ese ímpetu (de hecho, el formato de Minuto es algo que sigue y desde el amor hemos pasado por muchos temas). En ese proceso, trabajando con la traductora, el libro creció, adoptó su última forma, y se hizo evidente lo que era mi deseo: el amor pasa por la lengua, es una comunicación extrema dentro de una lengua que siempre es por lo menos dos (es múltiple, compleja, inaprensible por mutable). La comunicación amorosa es el intento más desesperado de conexión que logra destellos de compenetración que se sienten mágicos, inexplicables.
En varios de los poemas la música adquiere un protagonismo clave. Poemas de largo aliento, que entrecruzan ritmos diferentes, momentos en que la voz poética se desliga como si fuera una solista en una improvisación. A veces, aparece de manera temática: “Subo la música/ Llamo por teléfono/ Contesto el correo/ a vos, otra yo, más nueva más vieja más otra que yo/ más yo que vos en este momentos porque yo me pierdo en el remolino”.
En este libro trabajé específicamente a partir ciertas canciones que me gustan mucho o que me marcaron de alguna manera. En esto también me dejé llevar porque en mi adolescencia escuché primordialmente música pop en inglés. Mi mamá es profesora de inglés y yo seguí sus pasos. Desde muy chica me encantaba escuchar canciones en inglés y descifrar lo que decían. Así que muchas experiencias personales relacionadas con el amor y lo erótico quedaron ancladas en cierta música, en cierta literatura leída en inglés. Cuando escucho estas canciones, me devuelven a un lugar mucho más sensorial a partir del cual la lengua fluye y voy buscando un ritmo que después tenga un hilo, pero primero un ritmo. Ir del inglés al castellano es en mí un ejercicio constante. Muchas veces encuentro primero algo que me dice más en inglés, que me parece más contundente, más sonoro, más preciso. Así el poema surge de intentar volver al castellano empezando por una traducción absolutamente personal pero también descarnadamente literal. Ser extranjero en la lengua te da libertad: podés equivocarte, jugar impunemente, ser más fácilmente niño. Con esos ojos, busco luego el español y me hago extraña o él es extraño para mí, nos conocemos por primera vez, nos empezamos a descubrir. Cada palabra es un objeto nuevo que quiero abrir con curiosidad.
¿Cómo influye en tu escritura la experiencia íntima, el aspecto autobiográfico podríamos decir, episodios que se retoman en varios poemas, presencias personales reconocibles?
Creo que la poesía indaga y saca materia de lo que uno va viviendo. Trabajo con todo lo que me pasa, intento ir a lo más profundo y misterioso de lo que siento, percibo y pienso. Por un lado, creo que todo lo que escribo es autobiográfico, pero de una forma tan compleja y enmarañada por las sucesivas traducciones (desde el cuerpo hasta la cabeza, de la cabeza a la lengua hasta que queda “fija” en el papel) que nunca es algo transparente o directo. No hay, por decirlo de alguna manera, un “relato” de mi vida o de mi intimidad. Hay una colección de recortes como si fueran sueños que intento plasmar poéticamente. Para mí la lengua es opaca, viene cargada de antes, y tengo que trabajarla, romperla, amoldarla para que diga algo, una chispa, un ápice, de lo quiero decir. Nada suena como lo siento. Esa es la desesperación y también el hermoso desafío, la aventura de escribir. Por ejemplo, en los bonus track hay una oda a Keanu Reeves. Es un texto absolutamente paródico, muy irónico, pero cuando lo leo siempre alguien se me acerca y me dice: “¿Así que te gusta Keanu?”. O más gracioso, la gente me trae noticias de lo que este actor está haciendo, dónde apareció, cuándo se estrena su próxima película. Mi forma de ser, tan inconstante y dispersa, me impide ser fan de cualquier cosa (excepto quizás de los libros y la escritura). No podría nunca seguir algo o a alguien, simplemente no me sale. Pero sí es verdad que Keanu encarna en sus películas modelos masculinos que me han hecho suspirar y que su mezcla exótica me parece muy atractiva. Entonces me divierto un montón, porque de pronto tengo la posibilidad de experimentar ser fan, de que me hablen como fan, y es algo nuevo que me hace sonreír.
Sos editora de poesía contemporánea, ¿cómo trabajás, seleccionás material y editás? ¿De qué manera intervenís en los libros de otros autores?
La edición es un trabajo que me apasiona. Me encantan los libros, me encanta tener la posibilidad de hacer libros, de producir un objeto hermoso y con tanto sentido e intentar ubicarlo, desplegarlo en el mundo. Viajera Editorial nace en 2008, y en un principio se alimentó de los libros de los autores que participaban de otro proyecto que dirijo, más antiguo, Siempre de Viaje/Literatura en progreso. En esa etapa, fue un trabajo que se enlazaba con otro. Estaba absolutamente segura de que esos libros valían la pena porque los había visto crecer, desarrollarse, cambiar y ser probados en lecturas hasta que hallaron su forma definitiva. Como coordinadora de taller o de clínica, estuve muy involucrada. Cuando llegaban a Viajera, restaba editar y supervisar cuestiones que tienen que ver más con el formato y la producción material del libro. Pero esto rápidamente cambió porque desde el inicio el objetivo de Viajera fue abrirse a todas las voces y a todos los lectores posibles. Entonces empezaron a acercarse autores, proyectos, y ahí empezó un gran trabajo de selección. Si bien cuento con ayuda, finalmente lo más importante es que el libro me guste, que sienta que hay algo jugado en él, una voz que se levanta y quiere decir algo. No siempre los libros me gustan con la misma intensidad. Por eso consulto, releo. También es importante que el autor quiera sumarse a Viajera y a todo lo que propone. Para nosotros el autor no es alguien que nos da un libro y listo, nada que ver. Con su edición, el autor empieza a formar parte de una movida que implica presentaciones públicas de todo tipo. Creemos en mostrar el libro de todas las maneras posibles (usando todas las artes y todas las posibilidades tecnológicas), pero el autor es fundamental en esta difusión. Así la química que se genere con él es muy importante para la selección del proyecto, porque luego seguiremos trabajando juntos, digamos, es el inicio de una bella amistad, o al menos eso es lo que espero.
¿Por qué titulaste tu libro Mis peores poemas de amor? ¿Por qué peores?
El título surgió de pensar en las recopilaciones de los cantantes, me surgió por la música aunque recopilaciones hay de todo. Siempre juntan «Mis mejores canciones de amor» o «Mis mejores lo que sea». La verdad es que yo no tengo «mejores» de nada. En cambio, ¿por qué no pensar que este intento de meterme en la ya tan frecuentada poesía de amor no iba a ser de lo peor? No necesariamente en calidad (eso habrá que ver), más que nada en el deseo ferviente y absurdo de ir otra vez al fondo de un sentimiento tan dicho. Es decir, tenían que ser mis peores poemas, los más terribles, lo más sentidos. Sigo trabajando en eso.
¿En qué proyecto trabajás actualmente?
Mis peores poemas de amor surgió de un proyecto mayor que se llama Amarillo (amar y yo). Amarillo primero iba a ser sólo un libro y lo estuve escribiendo desde antes de Mis peores… Pero sólo cobró fuerza y lo pude ver bien después de atravesar por la escritura de Mis Peores… Amarillo ahora va a ser un gran texto de tres libros: el volumen 1, Ocre (cuyo título es un homenaje a Alfonsina Storni), vol. 2 Amoratada, vol. 3 Amarrados. Tiene un bonus track que estoy muy entusiasmada escribiendo ahora, que se llama Dedicatorias.
Karina Macció seleccionó unos textos como anticipo para Damiselas en apuros. Ocre sale en abril por la editorial Textos Intrusos y ya tiene fecha de presentación: martes 7 de abril a las 20.30 en Espacio MU, Hipólito Irigoyen 1440.
15.Brutal
Mi terrible es tu brutal.
Te dedico esta traducción español-español, inspiración thénon. Te dedico este espejo de lenguas que se escudriñan, se miden, se besan. Recorrer con la lengua cada parte del cuerpo para saber cómo se llama todo de nuevo. Será, probablemente, terrible. Generar un cuerpo doble, bífido, acoplado, en perpetuo goce. Un mapa erótico que hace zoom sobre nuestras cosquillas más recónditas, las olas internas que nos envuelven y el equilibrio se va al piso, al buceo de la sábana y la desnudez. Renombrar el codo, la rodilla, el lóbulo de la oreja mientras el oído se altera azorado por la respiración y los susurros. No entender nada, quedarse asombrado ahí, en la Tierra Nueva del No Saber, del Sí, quiero, Sí, no-me-importa-más-que-esto-que-sucede-acá-ahora-con-vos-y- estas-manos-trenzadas, estos cuerpos que se a b r e n:
16. Orgánica
Ando con el cuerpo roto, estremecido, me duele cada músculo, me duele la cabeza como después de una borrachera terrible. Brutal, vos dirías? Ahora el terrible tiene un matiz un poco más oscuro, todavía no sé cómo definirlo. Cuando el cuerpo me duele físicamente me gusta. Solía correr en resistencia, puedo llegar al punto del calambre y volver, que lata latalata cada miembro de mí, abandonar las ideas y solo sentir: el cuerpo es todo, mi campo de batalla y placer, sostén del viaje, difusor de sensación. Cada estímulo el gran desplazamiento. Volver a mí por vos, a través de tu mano o de tu boca, puente o túnel, sin palabras, la comunicación del respirar, gemir, sintonizar, aullar.
Te dedico este dolor físico brutal que se abre en sonrisas orgánicas, naranjas, celulares.
17. Estocada
El ataque del toro: solo la imagen me perturba. Y sí, hay palabras que intentan reponer el temblor, mezcla de miedo y avidez, entrega y rechazo, de juego ritual que desconocemos al desconocer al otro, o que empezamos a descifrar como un jeroglífico de piel, probando, cada gusto, olor, reacción. Desconocemos y descubrimos: vemos algo. El toro viene hacia mí, alterado, emocionado, agitado, excitado. Tiene la fuerza, es el animal, es lo que me gusta, yo acá tan civilizada como buena mujer, como educada señora. Sin embargo, detento el poder, no perdí la inteligencia, aún. Puedo herirlo, eso me encanta. Detestaría hacerlo, pero me encanta. Y él lo sabe, también puede matarme de un empujón, pero me mira y nos perdemos en los ojos, nos enlazamos como cachorros. Qué sería yo en esta escena, te pregunté, ¿la princesa asediada, la doncella, una ariadna perdida? No… No.
Vos sos la torera.
Entonces lo vi: me descubriste completa y me ruboricé. Sólo con palabras.
Touché.
Mi estocada –dedicada– fue de besos.
18. Resguardo
No me alcanza un minuto, ni una hora, ni un siglo. El tiempo no sirve. Lo lineal me rebela, me escandaliza, qué es andar en línea recta, cómo, no sé, no es verdad, una imposición de calendario, unos números que alguien inventó. Yo digo que existe un «minuto» infinito y es nuestro, que nos incendiamos de amor y el fuego nos reinventa, y somos nuevos, lustrosos, pelaje suave y tupido, animales felices. Que nos revolcamos jugando, nos preguntamos creando. Que tramamos letras mágicas como hechizos, que es posible, que se vive en espiral, que hoy siento más que a los 18 y este cuerpo es para explorar. Se abre inevitable, te recibe, nos encontramos. No hay tiempo que valga, solo un espacio azorado, atónito por nuestra presencia de fuego, de lenguas que hacen remolino y se alientan, que conjugan verbos que chocaron y se fundieron cuando nos tocamos. La traducción de lo íntimo es mirarse largamente y hacer un puente, un hilo invisible que nos conecta no importa dónde ni cuándo. Si vos tirás, ahí estoy. Resguardo para siempre.
19. Tambor en el paladar
En el pecho el corazón habla, cada vez que te acercás, a la distancia o a un centímetro, el corazón me habla, se desboca, te nombra: ve, veo, te veo, ve, andá, vení, dame tus manos, dame ya tu boca, toquemos juntos esta música de tambor en el paladar.
20. Decir en el amor
Ahora te sueño, borroso y vívido. Es una masa de sensación que me cubre y lo que veo con nitidez son detalles: tus labios entreabiertos con una sonrisa, tus ojos que miran hacia el costado irradiados de alegría, como diciendo no, no puede ser, esto no puede ser, y sorpresa, regalo, todo junto fragmentado en instantes fotográficos. La textura tenue de tu piel, un abrazo apretado, crisálida de cuerpos en transformación. Partidos al medio existimos, surgen manos, estrellas, extremidades que no vemos y se conectan, colisionan, crean nuevos planetas.
La ventaja onírica es la impunidad en la sucesión.
Ahora estamos desparramados en una cama, es nuestra, la cama, la habitación, el viento que entra por un gran ventanal y hace bailar las cortinas claras. Todo es de color muy claro, blanco, amarillito apenas, blanco cálido no plano, titilante, las telas vuelan y dibujan espirales y me cuelgo mirando ese movimiento mientras te siento pegado a mi lado, mientras decís palabrascaricias, palabras que viven ahí, en la línea contagiada de nuestros cuerpos oídos, lenguas renacidas que descubren que:
decir, en el amor, es un gesto, un sonido.
Karina Macció, Dedicatorias, 2014-2015.
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