Tu interrogación vuelve como un boomerang, me roza y te lo devuelvo intacto. Está todo hecho, visto, oído, saboreado, palpado, hasta olores absorbí, aprendí, in-corporé. Sí, adentro de mi cuerpo guardo trazos y trozos de vos, de todo lo que te convoca. Ahí va la pregunta: qué es eso que vislumbré en las grietas de tu tierra, de tu sangre, de una montaña con nubes abultadas, caprichosas, fabulosas? Qué es eso que volvió conmigo, o mejor dicho, estuvo siempre ahí y el paisaje lo aulló como si me llamara, me incendiara? Encendiera, llamarada en la enramada de mis brazos, mis piernas, como cauces hacia el sexo y hasta el plexo corazón, algo se agita en mí como pájaros de palmas, vendavales de mar adentro, árboles y plantas tan crecidos, tan maduros que los frutos, dulcísimos, jugosos, plenos, no pueden más que caer. Llamaradas, rayos de escamas doradas en mi piel: tu clima. Ser primavera todo el tiempo, poseer la mirada de la germinación constante, del colorido herbal. Ser brisa clara, fresca, que despeja atravesando lo nublado. Saber que sin este sol tropical contenido, vas a tener frío, vas a tiritar por abrazos. No viene de afuera ese helarte poco a poco. Se gesta invisible en tu sangre que necesita monte, playa, lluvia como sudor del cuerpo. Tus montañas que suben y bajan pueblos, amanecen brumosas y atardecen naranjas, rosas, violáceas, azules con brillantitos de luces en las laderas. A la noche se visten de fiesta los montes, la música no cesa, los ruidos tampoco. Conversaciones seseadas y cantadas, chocolatosas, con agua de coco en el paladar, con mango chorreando de tan almibarado, con mucho gusto siempre, gracias, con todo gusto y a la orden, las calles siguen inundadas de gente que come, bebe, canta, toca instrumentos como si yo sacara una foto o una lapicera para anotar una frase. Las familias son inmensas, alcanzan todo el pueblo, los amigos son todos los que encontramos, la hospitalidad es la alegría de estar en esa casa ciudad integrada. Las paredes no sirven, intimidad hay poca, pero todos juntos podemos divertirnos más, bailar más rumba, cantar y hacernos orgía los sentidos. La noche es el día agitado de estrellas y maracas, revuelo de piernas y piropos, incendios de seducción. Hay pareja para todos, como en la barca de Noé pero con cientos de ejemplares. Podría ser el fin del mundo, es verdad, podría ser mañana el diluvio, qué hay para hacer? Si te angustia la muerte, piensa en la resurrección (sic, pared de La popa en Cartagena); si la guerra te acecha en cada esquina, celebra que estás vivo, tu corazón late, cómo no gozar, chico…
Azorada permanezco, los pájaros se reproducen a mares en mi pecho y ahora los veo volar de mí. Sí, se me vuelan los pájaros, hay lo-cura en mí, sana la ironía que ardía como rasguidos perpetuos, sana el amor sin anzuelos, el amor porque sí, porque es asombroso y podemos, sana el desnudo de los cuerpos liberados, sin motes, sin catálogos, siendo formas alegres y diversas que se combinan por doquier.
Súper rico, me decís, delicioso. Tu lengua afelpa mi oído de eses y erres suavecitas, como si llovieran gotitas ámbar de aguapanela y yo fuera de pronto un jardín de las delicias, un manjar presto que se brinda y se transforma, nos alteramos la compostura, nos comemos ávidos, no hay fondo, tocarte es un cielo apapachado y sólo quiero más, no hay fondo, hay todo en ese instante de encastre precioso, esmeralda.
Te dije que no podría vivir así, que esa tierra me destruiría. Te mentí. Me asusta en tantos niveles esta capacidad mía de sentir, placer y doler van enlazados, que arrojarme a ese espacio luminoso, titilante, me apabulla, y si me rompo? y si no estás? Quizás seas posible sólo un rato, a mí me toca liberar tus animales amarrados, tus bestias adorables que juegan, corren, retozan conmigo. Es la hora del almuerzo desnudo, de la bandeja interminable, del alimento que no acaba por milagro. Te muestro esta pintura que tramé con risa, palabra y olor. Me preguntás, indagás, porque no soy comprensible, me muevo condensada o vaporosa, pero siempre hay corazón: corazón caribe, lo maravilloso es real. Este amor, la correspondencia, encontrarte en un turroncito de coco que saboreo por toda la boca, toma mi cuerpo, se expande, chorrea lo real, me rodean coronas de plátanos, atados de sensación, semillas de maracuyá. Soy tu princesa amarilla, tu reflejo a-dorado, tu guerrera siempre de viaje. No hay vuelta posible. Tu pregunta se responde con los aleteos destellantes de mi mirada, con los caracoles que traje pegados en el pelo, la arena en los escondrijos del cuerpo y este perfume a mezcla de frutas que no dejo de oler.
Karina Macció, 2015.
Corazón Caribe (Inédito)