(…) Pero si la basura está en el fundamento del devenir humano y social, los restos, que serían algo así como una sinécdoque de la basura, son, como resulta de lo que el psicoanálisis puede hacer con ellos, esencialmente operatorios, no sólo en ese lugar específico sino en especial en las construcciones verbales: así como no hay conciencia que no esté hecha de restos no hay ninguna frase que no esté hecha de restos aunque parezca que los restos están desaparecidos en la nueva fórmula que ostenta el orgullo de ser significativa y de no deberle nada a nada. La Gramática Generativa lo ha mostrado convincentemente: cada elemento verbal sale de un paradigma que lo contiene o lo prevé de manera tal que el paradigma nunca entra entero en una frase sino algo que se desprende de él, un resto que hace inteligible la frase y permite reconocer su estructura y su significación. Los restos, en este caso, no serían ya basura ni nada equiparable sino la fecunda acumulación de un saber fragmentario que produce un todo de una materia verbal.
Y con más razón todavía la literatura, que sería algo así como lo que las palabras dejan atrás para constituir algo nuevo en ellas, o sea los restos de otras y diversas entidades.
Los restos, en literatura, pueden provenir de lecturas mediatas depositadas en una memoria que a veces sabe y otras no sabe que los guarda; también pueden ser objeto de apropiación inmediata, por conveniencia o por influjo. De una manera u otra, el escritor encuentra en ese tacho, en el que están depositados sus propios restos, lo que necesita o le viene bien e incorpora todo a una labor que dará algo nuevo, al igual que una frase, se sabe que un número infinito de frases puede salir de un número limitado de reglas, así como un número ilimitado de textos puede salir de un número limitado de preceptos y, para lo que venimos diciendo, de restos. Si lo hace bien, que es lo que suele designarse o reconocerse como genial, los restos son descubribles por las nuevas lecturas que producen: eso es lo que, triunfalmente, se denomina “intertextualidad” y, si lo hace bien, indica que nada nuevo hay bajo el sol y no importa porque los imaginarios entran en acción y las palabras rescatadas resplandecen así como la realidad se ilumina. Si lo hace mal, los restos vuelven a su reposo y el producto pasa a formar parte del inmenso caudal de la basura que acecha desde los estantes de las librerías o en las bibliotecas muertas.
Noé Jitrik, Lógica en riesgo, Ensayos heterodoxos.
Viajera, 2016.