Otra vez despertar agitado. Nuevamente el nudo en el pecho. “Todo es muy real”, le comenta entre ahogos Jarek Vatterlavsky a su hermana Elka. Ella lo abraza y lo calma: “tranquilo, solo es un sueño ¿a quién se le ocurre que un loco se le da por conquistar el mundo, a la vez que va exterminando judíos, negros, gitanos? Y si existiera, ¿dónde encontraría personas que lo sigan?” Elka acompaña a su hermano hasta dejarlo nuevamente dormido en medio de esas inmaculadas sábanas y llama tan pronto como puede al doctor Phillipe. La voz de Elka está llena de dudas sobre este tratamiento. Philipe la convence: “Cientos de personas ya fueron tratadas de la misma manera. Poco falta para la etapa en donde conversarán sobre la guerra, la derrota de Alemania y la liberación de los campos”. La liberación de los campos. La gravedad de la frase explota en la cabeza de Alfred Rosenber. Soñar con judíos que se les escapan de las manos y que no puede alcanzar por estar en un sueño, es una cosa, pero enterarse en esta dimensión sobre una inminente derrota es algo inadmisible. Necesita compartir esto con el Furher, quizás su inconsciente registra algo que no llega a entender. Pero antes decide hacerle una visita a Philipe. Philipe no puede creer lo que está pasando, un estrepitoso motor resuena en las calles de París -París sitiada- y lo despierta. Su cabeza está muy alterada con este sueño tan complejo, difícilmente pueda volver a dormir. Pero eso ya no importa, alguien está golpeando su puerta a las tres de la mañana.
Javier Pizarro, 2017.