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Alejandro Méndez en CAOS * 23/10

Alejandro Méndez nació en Buenos Aires, el 23 de Agosto de 1965.

Algunos de sus libros son: Chicos índigo (Bajo la luna. Buenos Aires. 2007). Cosmorama (Ediciones Liliputienses. Cáceres. España. 2013. Determinado Rumor. Buenos Aires. 2015 -2da edición, formato e-book-). Pólder (Bajo la luna. Buenos Aires. 2014).

 

Huesos

El ritmo, un vestigio para
empezar. Podría ser un
hueso duro de roer
y a la vez materia para
una canción cualquiera.

Dicen que no hay nada para
leer ahí. Permanezco
en el camino de tierra
y sus charcos camuflados.

Fe ciega en la idea que por
contagio algo llegará:
una nómina de huesos;
si fuera posible, un nombre.
Inédito.

 

 

Crujen los huesos en el camino
al compás de un pensamiento
que no se detiene.

-Estamos viejos -le digo a un amigo.
-Viejitos -me corrige;
como si el diminutivo pudiera
minimizar los daños
contantes y sonantes
de una vida, no en el final
pero sí en las vísperas.

Crujen los huesos en el camino,
literales. Poca sorpresa o ninguna
en estos días.

Crujen los huesos en deuda
con la vitalidad prometida.

Ahora el camino
es una recta y cada piedra
la sombra corta
del porvenir.

Inédito.

 

 

Bajo los tilos

Me mostró la carta del cementerio:
había que levantar tus huesos
ya vencida su estadía terrenal.

Ella había asegurado el pedazo de tierra
con una hilera de tilos, sin imaginar
los actos que íbamos a representar;
tu nueva categoría de insepulto.

La casa estaba helada
y una sola lámpara encendida.
La impaciencia nos llevó
hacia el muro detrás de las vías.

Un cicerone municipal señaló la cruz
apoyada en la tumba vecina.
Cerré los ojos y busqué refugio
en la avenida bajo los tilos.

Se escuchó el estruendo de la pala
en la madera podrida del cajón.

Por fin te iba a conocer.

El empleado separó la osamenta
y extrajo una media negra.
La exhibió a la luz del sol.

Ella me tomó de la mano;
por las dudas te negué tres veces.

El montículo de tierra, las flores secas.
Todo daba vueltas.

El centro del mundo
en la avenida bajo los tilos.

Pólder. Bajo la luna. Buenos Aires. 2014

 
Osario

Los tilos acapararon mi atención,
pero igual vi el fogonazo
del calcio alumbrar la mañana.

La herencia que nos dejaste
estaba compuesta por el cráneo,
los metatarsos y la mariposa
completa del coxis.

Un testamento óseo que ella
púdicamente ignoró. Mi hermano,
en cambio, admiró su resistencia.

Después llegó la tarde y el nicho
brilló como la proa de un rompehielos.
También estuvo el viento que se llevó
las flores hasta pulverizarlas.

Escondido en la casilla del cuidador
fui el sonámbulo del camposanto,
cerca de la zanja y de los truenos.
Pólder. Bajo la luna. Buenos Aires. 2014

 

 

Epitafio

Así como la serie distribuye las armonías
y las atracciones son proporcionales a los destinos;
tus huesos, no su símbolo, religan lo heredado.

Pólder. Bajo la luna. Buenos Aires. 2014

 

 

51

Imagino cumplirlos
con algún accidente doméstico,
o con una noticia
que súbitamente se dispare.

Canjearlos
por fuegos artificiales
frente a la Clínica del Oeste.
Una bengala que incendie
todo el primer piso.

Festejarlos
con un teorema detrás de la oreja:
si A murió joven, entonces B rozará
el umbral de la hombría y se desintegrará.

Invitaré a otros hijos,
como el de aquel poeta
al que trepanaron su cráneo
en un hospital de Buenos Aires,
y dejó florecer en su herida
una bendición en fuego.

Prepararé tragos
químicamente inexistentes.
Seré el dj daltónico con vinilos
del más allá.

Cuando cumpla 51
desembarcará el Angelus Novus
con el mismo gesto y las alas desplegadas;
recordándome que un ángel no es un individuo,
sino una especie entera que se extingue en él.

Pólder. Bajo la luna. Buenos Aires. 2014

 

La navaja de Ockham

¿Qué formas?¿Cómo habitará la materia
el espacio por donde te esparcirás?
Las posibilidades incluyen al grano
que algún día llevaré a mi boca.

Guillermo de Ockham desde el más allá,
como vos, me pide reducir las hipótesis
a su mínima expresión.
Podar lo accesorio, arena de las flores.

Con su voz de muerto ilustre
relata la madrugada de Mayo de 1328
en la que huyó de Avignon y del Papa,
con el sello de los franciscanos en su pecho,
para buscar la protección del emperador.
Le dijo: “defiéndeme con la espada
y yo te defenderé con la pluma”

La misma fórmula que usé seis siglos más tarde
para asociarme a mi primo, galán y líder juvenil,
una tarde en el club barrial. Fue el grito de guerra
de un erotismo auto-sustentable. Quid pro quo.

Alianza que atravesó el estertor de la edad.
Di argumentos a su belleza para hacerse soberana
de mi inconsistencia muscular.
Recibí al héroe en canchas de fútbol tristísimas,
sin laureles y el hambre intacta.

Guillermo de Ockham me dice que hay que llevar
la eficiencia de la razón a su grado máximo;
de modo tal que si uno se encuentra en una ciudad
y escucha galopar, sólo pueden ser caballos,
y no una manada de cebras.

A pesar de tener su navaja cerca de mi platónica barba,
lo desafío y pierdo el rumbo en la duda que me acuna.
Pienso en dos cosas: las cebras posibles y vos resucitado.

Pólder. Bajo la luna. Buenos Aires. 2014
Capitán Escarlata

“Esta es la voz de los marcianos.
Sabemos que nos escuchan, terrícolas”.

Replicante, doble en su cáscara,
vaciado el molde en ese atado
de huesos y músculos.
Un líder escarlata para la misión
del alienígena precoz.

Quizá el lago gélido bajo los párpados,
el conducto del cuello o las articulaciones
vendadas pulvericen la escala humana.
El biotipo de la bonanza de clase media:
buena alimentación y confianza en el futuro.

“Esta es la voz de los amantes.
Sabemos que nos desean, terrícolas”.

La Doble Nelson inmoviliza al héroe
pero es vox populi su inmortalidad.
Enamora en el contexto a sus contrincantes
para congelarlos como naturaleza muerta.

Les dice:
“acá nada va a suceder
porque la sobrevida está asegurada”.

Pólder. Bajo la luna. Buenos Aires. 2014

 

Tracks

Noble el gesto y vano el artificio
de sus preguntas.
Las gotas de sudor dividen
la mejilla en un campo fantasma.

El antepenúltimo surco
es una guía
ante el sonido del parlante
y las ganas de encontrar
aquella música
que hable de nosotros.
Pólder. Bajo la luna. Buenos Aires. 2014
Un cuáquero en la corte de los milagros.

La educación sentimental
fue un título con abandonos documentados.

La educación sentimental
fue pura vocación crónica y automedicación.

La educación sentimental
requirió posgrados y maestrías.
Sentimental,
la ambición por el mar proclamada desde la orilla.

Sentimental,
la disposición del repertorio de nombres propios.

Sentimental,
la nota más alta en el karaoke.
Mi educación sentimental
fue como el grito de guerra de los esquimales,
en silencio.
Mi educación sentimental
fue como el rezo secreto de los ateos.

Mi educación sentimental
fue como el ave fénix, pero mis hombros
no cargaron el cadáver de mi padre.
Educado
con el metrónomo de las pasiones menores.

Educado
en la creencia del dios de la simetría.

Educado
para mirar el Rubicón sin cruzarlo.
Una educación sentimental
para poder contarla y despuntar el vicio por los aforismos.

Una educación sentimental,
ahora que la lírica está muerta y hay déficit de laúdes.

Una educación sentimental
revisionista y autoindulgente para llorar a secas.
Sentimental,
la mano que escribe ajena al cuerpo que la sostiene.

Sentimental,
aun leyendo los diarios o sacando la basura.

Sentimental,
en los 0.4 segundos de la sístole y otros tantos de la diástole.
Tuve una educación sentimental
con temblores como un cuáquero del siglo XVII.

Tuve una educación sentimental
jacobina en las despedidas y garantista en el placer.

Tuve una educación sentimental
supersticiosa a la manera de los pigmeos.
Fui educado
por la didascalia homoerótica de mis tías.

Fui educado
en el dojo de un cinturón negro
para aprender a caer con elegancia.

Fui educado
para ser paciente como un filólogo
con su piedra Rosetta.
Sentimental,
por las mañanas separando las hebras del té.

Sentimental,
el tarareo del estribillo de esta canción.

Sentimental,
la diáspora de amantes.
Pólder. Bajo la luna. Buenos Aires. 2014