Fernando Gabriel Caniza
Nació en la ciudad de Buenos Aires. Es lic. en Ciencias de la Comunicación: escritor, periodista, docente y gestor cultural.
Publicó el libro A nadie le importa (2016) y Luces de hospital (Araña Editorial, 2004, Valencia, España). Tiene otro libro en preparación.
Se desempeña en gestión cultural con la curaduría del ciclo Transpolar de literatura+música+imágenes (2013, hasta la fecha). Coordinó mesas de lectura en en el festival Poética (CCK) y Festival Internacional de Poesía (Feria del Libro de Buenos Aires, 2009) Entre 2009-2012 integró la comisión directiva de la Sociedad de Escritores de la Argentina (SEA).
Es licenciado en Ciencias de la Comunicación (UBA). Fue redactor periodístico, colaboró en diarios y revistas sectoriales, es docente titular en la Universidad de Palermo. Con su propia consultora asesora en asuntos de Comunicación organizacional a empresas e instituciones.
Cambio de color
A veces se puede
reconstruir un trayecto si
hurgamos entre capas
muy profundas de nuestras acciones.
Se piensa: qué hacemos
cómo llegamos hasta aquí
quién está bajo nuestro techo
si esto sirve para seguir
en modo programa
con la llama activa
a pesar de la tormenta.
Y sospechamos
matar, matarse, morir de muerte
herida derramada, es un desvío
si se busca despegar en el viento.
Y sospechamos
en medio de ruinas
la carne blanda se derrite
en pocos minutos
cuando la fogata cambia de color.
La chispa
Se quiere paz cuando hay guerra
y en la paz algunos pesados
piden sangre pa’los que
interfieren sus negocios.
Si hay represalia el desconcierto
se apodera de los pasos
el andar de miles
no cambia nada en apariencia
es más bien
poesía cargada de futuro
escenario adecuado
para que una chispa
encienda la hojarasca.
Algunos dicen
en el pasto seco alcanza
una chispa bien dirigida para
que arda la espesura.
Así, con un alma en piedra,
se golpearían nuevas
piedras hasta que apareciera
la potencia transformadora
de la materia en un gran fuego.
Otros quieren esparcir
pequeños focos ardientes
en campo abierto
confían en sus luces
como un destino mágico.
Con firmeza
insistimos durante añares
la maleza tarda
en ponerse a punto.
Está demostrado:
repartir chisperos no siempre
genera fuego envolvente
tampoco una hoguera bien
alimentada, garantiza
una llama perdurable.
Ciega la fe
Si no fuera por la poesía
no nos salvaría ni Tarzán
si tuviéramos fe ciega en la
trascendencia y en la contemplación
seríamos místicos.
Si proclamásemos con absoluta seguridad
el predominio de los objetos sobre
la conciencia y el pensamiento
seríamos materialistas.
Inconducente mientras
no supiéramos antes qué
son materia y velocidad,
entre varias cuestiones.
Ella y vos, más nosotros
movemos el péndulo sin
discreción alguna.
Si intentáramos disolver
las contradicciones
sería un delirio demasiado
siniestro en esta época.
Por momentos atrae la inmanencia,
concentrarnos en nosotros y
en la naturaleza, para ensayar
respuestas a muchas dudas.
Dudas despreciables para
quienes sostienen que es
pura jactancia de intelectuales.
Volvamos a nuestras elucubraciones.
Yo con mis vaivenes continuos
Y vos con el destino a cuestas
Y todos con el ceño fruncido
manos arrugadas por escarbar
en promesas de esos
que tienen ciega la fe.
Los tres poemas son del libro A nadie le importa –Editorial La Gran Nilson– 2016).