Hablando de la pequeña localidad italiana de Rapallo, donde su abuelo había combatido en 1914, Stefan Hertmans dedica casi toda la página número 73 de su estupendo Guerra y trementina (reseñado también en ‘Los Libreros Recomiendan’) a hablar de Ezra Pound, que se instaló allí en 1924 para esconderse de todo y avanzar en la redacción de sus Canti, el faraónico proyecto poético que iba a estar escribiendo durante toda su vida. Hertmans recoge la famosa imagen de Mussolini ojeando algunas páginas delante de su autor (fascinado, como es bien sabido, por el fascismo, lo cual es muy distinto de ser un fascista) y juzgándolas “graciosas”, o “divertidas”, anécdota que Pound, como no podía ser de otro modo, recogería en otro de los movimientos de su obra, como piezas o módulos que se van ensamblando y adaptando para acabar contándolo y cantándolo todo.
Y, en efecto, es difícil hablar de un libro que quiere hablar de todo, que anhela decirlo todo, recogerlo todo, analizarlo todo y casi hacerlo todo, construir o reconstruir la cultura universal, la historia de los seres humanos, el espíritu de los idiomas, las dinastías de la inteligencia o de la brutalidad. Lo que Ezra Pound levanta con sus versos es, literalmente, un fascinante universo paralelo que tiene mucho de catedral y no poco de laberinto, y es que a uno, como lector de poesía, le queda la sensación de que podría quedarse dando vueltas a los Cantos toda la vida, estar permanentemente leyéndolos, pensándolos…, y que eso sería suficiente. Si la poesía, ante todo, ha de ser vida vertida en verso, lo que aquí tenemos es una obra colosal, llena de energía y de reflexión, de fuerza y de sabiduría.
Para “apropiación cultural” la de Ezra Pound, que ya no es que pida préstamos a las diferentes religiones o recoja toda suerte de crónicas, sino que se permite saquear todas las tradiciones, profanar todas las ceremonias. Los Cantos tienen mucho de aglutinación, de sincretismo, de acumulación, y lo que a muchos lectores les podrá parecer un defecto, que es su relativo caos, su fenomenal desorden, sus lagunas, su arbitrariedad…, a otros nos parece una juerga literaria incomparable, un surtidor de felicidad. Esta obra, como dice en ella alguien de alguien, “tiene un dios dentro / aunque no sé cuál”.
Quien quiera enterarse por orden y con rigor de lo que ha ocurrido en este mundo hará bien en acudir a otras fuentes, aunque sólo sea para contrastar, pero quien quiera celebrar la historia de la vida a través de la poesía hallará en muy pocos sitios algo tan sublime, tan sorprendente y, a su modo, tan completo (y es, de hecho, algo que hasta ahora no podía leerse por entero en español, pues en su día la edición de Cátedraquedó inacabada, algo que ha enmendado ahora con enorme habilidad y no menor mérito el argentino Jan de Jager). Se abra por donde se abra, este grueso tomo atrapa al buen lector, que queda adherido a la lectura, rendido ante un texto total en el que para pasar del exabrupto más violento a la delicadeza más fina basta a menudo simplemente con saltar de verso, y en el que también hay momentos para lanzar carcajadas de pura alegría, tan pronto como, por ejemplo, en la transición entre los cantos I y II… El talento salvaje de Ezra Pound es algo que destella en este libro desde ese primer verso tan prometedor, “Y entonces descendimos de la nave”, hasta ese no menos glorioso último verso que… Pero no: para llegar hasta el último verso hay que merecerlo.
Extraído del blog: Los libreros recomiendan. link a la nota: https://www.loslibrerosrecomiendan.com/libros-recomendados/cantos-de-ezra-pound/?fbclid=IwAR04KDCZdTSHQiH499BjjuMhOs45RAPBkYAKRvDahluWuXbP90ZeswIT7DI