Por Julia Wong
¿Cómo recurrir al dominio del color en Poesía, sin tener presentes a Baudelaire y a Goethe? Supongo que es un ejercicio que todos empezamos en el jardín de la infancia. Teorías, desde los iluminatti hasta la física cuántica pueden proponernos astucias innecesarias para contribuir a una estética naturalista en
la arquitectura del cuerpo y el símbolo.
En el 2012 pasaron dos acontecimientos fuertes y remecedores en mi proceso creativo. Dejé Buenos Aires por motivos de salud y trabajé como curadora en una exposición en Hong Kong, a la que denominé “Ocre-amarillo” y se refería a la migración China en Perú. Fueron cincuenta y dos fotografías tomadas por peruanos y argentinos, expuestas en el centro Cultural de Kowloon.
Me gustaba mucho usar color en la palabra, no como adjetivo sino invocando la idea de Goethe. Renombrar a través del color. Aunque el azul, blue o bleu, me tenía un poco cansada por limitarnos a reverenciar la semántica francesa. Con impronta Sino-latina me abanderé con el color amarillo
para expresar muchas cosas en Fotografía y Poesía. El amarillo, resultó una solución: observé mucho el proceso de los otros desde la propia historia. Lo resaltable es que jamás imaginé que un color tan estridente para la estética porteña de Buenos Aires (salvo las propuestas de Xul Solar), podría llegar a calar tan hondo en la poética de una joven escritora que parecía experimentar con las mismas preguntas y cuerpos iluminados que a mí me interesaban (incluso Bruce Lee* como emblema en la inclusión del mundo amarillo en la costa oeste de los Estados Unidos). La luz, los colores que van más allá de las tradiciones europeas difundidas en las aulas, el uso de idiomas, vocablos, la destrucción de la moral y el significado, el sonido en la repetición, lo barroco, todas esas cosas que yo las tenía muy presentes desde Alemania en la palabra y del color en la migración China en Perú, parecieron ser una bisagra que me volvía a la pregunta de si los porteños son siempre tan actuales, porque además de visionarios, convocan
la transparencia de su liviandad hacia un discurso más amplio, ampliar la gama los hace más solidarios con muchas de las fórmulas contemporáneas.
Amarillo (amar y yo) parecía una propuesta fácil, hasta de frescura orgiástica sutil, como la de “los peores poemas de amor” de la Macció, ese andar ligero que la volvía ubicua, imitando a Santa Ana; sin embargo, acercándola a un filtro filosófico-introspectivo, redescubro una necesidad de sistematizar movimiento, acción, color y sobre todo pedagogía de la modernidad. ¿Cómo reestetizar las palabras, dándoles otro matiz para provocar nuevas armonías?
Karina consciente (o no) le estaba abriendo la puerta a una nueva composición de asiáticos contemporáneos buscando situarse en la poesía argentina (latinoamericana) y la legitimación de espacios jóvenes, que fueran tanto físico, como virtuales o afectivos, en una nueva poesía sin castraciones latinas que gritaba por ser tomada en cuenta.
Buenos Aires, como otras capitales latinoamericanas, tiene sus vacas sagradas. El grupo de Viajera no tenía intenciones de sacralidad y menos competitividad de eliminatorias con las otras propuestas poéticas que podían parecer más serias o políticamente correctas.
Con Amarillo pasa como dice Baudelaire, cito un párrafo de Curiosidades estéticas:
El aire desempeña un papel tan importante en la teoría del color, que si, un paisajista pintara las hojas de los árboles tal como las ve, obtendría un tono falso; dado que hay un espacio de aire mucho menor entre el espectador y el cuadro, que entre el espectador y la naturaleza. Los engaños son continuamente necesarios, aun para llegar a un efecto ilusorio. La armonía es la base de la teoría del color. La melodía es la unidad en el color, o el color general. La melodía requiere una conclusión; es un conjunto en que todos los efectos concurren a un efecto general. Por eso la melodía deja en el espíritu un profundo recuerdo. A la mayor parte de nuestros jóvenes coloristas les falta melodía. La mejor manera de saber si un cuadro es melodioso, consiste en mirarlo desde bastante lejos como para no comprender su tema ni sus líneas. Si es melodioso, tiene aun así un sentido y ha tomado desde entonces su lugar en el repertorio de recuerdos. El estilo y el sentimiento en el color provienen de la elección y la elección depende del temperamento.
Karina tiene el temperamento necesario para mantenernos en un “high” durante la lectura de Amarillo Ocre, porque nos manosea para perturbarnos y renovarnos precisamente de esa estética multilingüe y plástica de Baires, que precisa desencasillar las cosas en apreciaciones ortodoxas.
Desde y para Viajera, la propuesta de Karina es obviamente un arcoíris no de siete, sino de una multiplicidad de colores que permite la inclusión glamorosa y magnánima de esas combinaciones, sabidurías policromas, poliándricas y poligámicas de la diversidad humana en la construcción de nuevas bellezas y luminosidades.
A continuación el poema citado por Julia Wong. Pertenece al libro Diario de la Transformación, Viajera Editorial, 2011.
Dejálo venir
es el chorro que no tiene que fluye
por dónde
por qué
es el chorro de 12 años
(o quién sabe)
raquítico
(¿cuántos años?)
quiso robarme
o no
ayer (mi pasado)
¿tenía un arma?
no vi nada
había tinieblas
sí, tinieblas san telmo
telarañas (en pasado)
en mis ojos
no sé cómo
medí
(siempre me doy) me fui
pero mi chorro
el que sale siempre
fugado
no lo puedo
parar
hago como que
me visto de policía
de maestra
de directora
hago como que
“Usted, sí, usted
deténgase”
“¿Qué? ¿a mí?”
“Sí, a usted”
“Qué” no sé
me perturba la negación
conjunta es peor
más grande que un gran
A C T O
siempre es el Primer
Acto
trulado
está mal
grabado y se repite
me asalta me afana me roba
(como las series)
un afano
eso es lo que hay
me afano
taaaanto!
un afán instintivo
afanoso
afamado
este infinito chorrear
tiene historia
ilegible por propia
ciega
por eso
dejálo venir
no lo evites
como en la película de Bruce Lee
que soñaba
un guerrero imbatible
lo hacía bolsa le ganaba
por afano
cuando despertaba
Bruce Lee comprendía
(el sí yo no)
que era más que un sueño
o que el sueño
es más
que esto
(Bruce Lee también leía)
tenía miedo
peor después
con su hijo (el futuro)
el sueño y el guerrero
que lo seguía
afanando
ambos murieron así
jóvenes
duplicados
entonces ¿pudieron comprender?
¿quién vio a Bruce Lee soñar y lo contó
después? ¿fue Bruce Lee quien dijo lo que había visto
o su psicólogo lo reveló?
o alguien inventó que Bruce Lee soñaba eso para darle
coherencia a una vida
desdoblada en un brucito
sin cerrar?
¿y qué importa?
Es una película clase b
de bruce (bruise)
el moretón
así es verdad que no se sabe
dónde se encuentra
la verdad
Bruce Lee habría dicho
dejálo venir
te va a golpear el pecho como un bestia
puño cerrado en el corazón
mortero
martillo
maza
(otra serie)
te va a golpear como un reloj mecánico
con múltiples personajes que se golpean
entre sí
te va a golpear
exigente
relojito
te va a golpear como el más desesperado
enamorado cuando
se caliente con los golpes
un poco
tu corazón
te va a golpear más
encantado
por el agujero
del chorro
la guarida que tenés
metida ahí
adentro
entonces
dejálo venir
es la única forma
tenés que pasarlo
(nunca pensarlo)
del otro lado
no sé si se va
a cansar
pero algo rígido
transparente
el mismo aire
aliento
lo va a separar.
Dejálo venir
de una vez por todas
para que se vaya.