No sé cómo provocarte.
No sé cómo hacerlo y lo hago infructuosamente
me derramo me voy echando a perder
fruta de tan dulce vuelta néctar
durazno que expulsa entre terciopelos
su carne naranja.
Los insectos vienen a mí como locos
me dejo morir
sorber en silencio, sólo el zumbido sibilante
a mi alrededor en mí
entran
liban liban liban
todo gira
en torno de tu mirar
y cierro los ojos para verte
y los abro
y no estás
y aprieto entera contra mí
la mano cerrada
el puño
vacío
mío sin vos
como si fuera otra
como si pudiera
tuviera
ejerciera
rompiera
la crisálida embargada
de cáscara transparente
que soy.
No sé cómo provocarte.
Tu seducción es sutil y armada
tu compostura me abruma
inexpugnable te siento
castillo
piedra trabajada
bello tan lejano
muralla
en esta cotidianeidad hermética
no sé aprender
y vos te deslizás cool, organizado, sistemático
pez en el agua
descifrando enigmas como un señor de ojos grandes
ojos cortázar
ojos sin párpados
ojos que detento
intento captar
para mí
y no
no son.
Veo lo tierno al fondo, detrás de lo celeste
detrás del frío iridiscente que destella
ese brillo tuyo de noche profunda a punto de llover
me altera
tiemblo como alas sorprendidas
cáscaras que se quiebran
adentro
abajo
desde atrás de la boca hasta el centro de los huesos del pecho
abajo
adentro
una ola contagiosa, microscópica, hambrienta
avanza
recorre
te pide
por favor
por favor
dejáme provocarte
abrir esa pecera de lujo
romper el vidrio
rasgar la ropa disfraz
respirar tu olor que no se puede falsear
tu aliento vívido, rojizo
tu voz penetrante, precisa
tu voz, sí tu vos
tu vos es todo
pronombre sonoro siempre lleno de tu nombre
cada letra un fragmento de mí
provocada
a tu provocación perpetua
abocada
a escribir sin remedio sin punto
sin alcanzar
a dar vuelta tu mirada.
Karina Macció, Amarillo vol. 2 (Amar y yo) AmorAtada.
Viajera, 2016.