«Rococó»
(Fragmento)
Ella trata de no moverse demasiado, pero la música le recorre el cuerpo, tiene ganas de soltarse a bailar. Apollonia, con los ojos apenas cerrados, siente cómo el muchacho de al lado la está observando. Tiene la mirada ajena sobre el cuerpo. Quisiera bailar para él. Pero ahora sólo le puede regalar un suave desliz, siguendo el sonido de las cuerdas del archilaúd. Hasta que, al sentir que él se vuelve hacia su cara, decide cerrar un poco más los ojos. Su piel tirita. Pero la mirada ajena se va, Apollonia respira aliviada y se queda observando la orquesta, con un leve vaivén.
Después de poco más de un hora, Benjamin piensa en Galatea, la nereida siciliana, y sonríe al ver a su bailarina. Apollonia le devuelve el movimiento de labios, algo tímida, dejando caer
algunos cabellos sobre su cara. Finalmente la invita a tomar algo. Ella asiente. Bajan las escaleras, salen del teatro y comienzan a adentrarse en la ciudad.
Caminan unas cuadras, Benjamin sigue prendido de los pies de ella. También la mira balanceando los brazos entre los pocos rayos de luz que todavía resisten a la noche. Así va describiendo
en su piel la tierra. Apollonia es la figuración del vestir del suelo, los cabellos todavía más negros. Sonríe y sus ojos se tornan amarillos, un sutil brillo de sol. De a poco se van dejando absorber
por el tibio viento de domingo.
Incluido en Cantata, próximo título de Viajera Editorial.
«Bailarinas tras los bastidores», Edgar Degas. 1889. |