«Ruins of Detroit», Yves Marchand y Romain Meffre. |
El placer del Apocalípsis
Soy el último sobreviviente de la humanidad. El cataclismo que terminó con mi especie no pude conmigo. Ahora recorro los restos de la civilización para poder sobrevivir. Duermo en cualquier parte. Ya no tengo casa, el mundo es mi hogar.
Todos los días camino decenas de kilómetros en busca de comida. Habitualmente atravieso situaciones tensas. Tengo que cruzar caminos bloqueados. Huyo de las alimañas que me acechan a cada paso. Debo trepar las paredes de antiguos edificios que ya no son habitables pero aún conservan preciosos nutrientes. Esquivo vigas que caen, ratas que compiten por mi alimento y suelos frágiles que me hacen codear con la muerte a cada paso. Necesito muchas más energía que antes. Son preciosos los momentos en los que logro relajarme y pasar un rato agradable. Por eso me pongo tan contento cuando encuentro una Coca-Cola.
Coca-Cola me proporciona el refrescante alivio que necesito para mantener mi estilo de vida. Un vaso de Coca-Cola me devuelve la alegría en este mundo cruel. Y cuando me topo con una heladera que aún funciona, no hay mayor placer que sacar de ella una Coca-Cola bien helada. Cada vaso, lata o botella que tomo me da ánimo para seguir adelante, con la ilusión de, entre los escombros de alguna gran ciudad, encontrar otra Coca-Cola.
Nicolás Di Candia, Léame, Viajera Editorial, 2011.