MIÉRCOLES 21 DE OCTUBRE, 20:30 HORAS – CENTRO CULTURAL MATIENZO
Una noche hermosa en mitad de semana, cortando también a la mitad una seguidilla de días fríos y nubosos.
Salí de mi trabajo, como cada día, con la cabeza adormecida por el ruido incesante que produce la tecnología de oficina: teléfonos sonando, procesadores trabajando, máquinas de café envenenando, aires acondicionados intoxicando, y cosas por el estilo.
Previa escala en el consultorio de mi terapeuta, sólo para contarle que mis cosas van mejor, que tengo algún proyecto literario en puerta, que no he vuelto a ver a Luis, que Joaquín se endereza cuando el papá aprieta las tuercas…Ring!! Otro paciente comienza su sesión. Me despido de Silvina, me cruzo con el que el locutor, que entra dispuesto a hablar de cosas parecidas, o no. Otra vez se tira un lance: “Eva, la próxima vez que te cruce te invito un café”.
El 15 me arrima cerca del lugar, pero es temprano y hay tiempo para un café.
Intercambio mensajes y compruebo que el amor se gasta.
Poca inspiración…
Cruzo una calle adoquinada y llego al lugar. Un hombre en la puerta apenas sabe que adentro hay literatura.
Avanzo.
Es una casa refaccionada para ser otra cosa: un centro cultural.
Una barra de bar, un patio y una puerta entornada. Detrás, la escena.
Mesas preparadas para que un público deguste algo, luces inquietas, música simpática, gente, gente.
Gabriela dispone la cámara de video sobre un trípode; encuentro a Eduardo; saludo a Karina (feliz en verdirojo). Me siento en primera fila. Me predispongo.
Un grupo de personas van y vienen delante de mí, terminan de preparar el escenario, ajustan detalles.
Llega Marcelo, se suma Diamar, con un amigo.
Se larga.
No conozco a Nicolás De Candia. No sé qué escribe, ni qué piensa. No sé de su vida, ni qué color de ojos tiene. Voy a ciegas. Como siempre.
Lo que sucedió en el transcurso de esa hora y media que duró la presentación, lo atribuyo al clima general que había en el ambiente (llámese buena onda, buena vibra, amor, alegría, compañerismo, excitación de un logro alcanzado, efecto etílico y demás); y al inquietante autor de los textos que esa noche cobraron Voz.
Nicolás canta; Nicolás compone y ejecuta sobre un teclado electrónico; Nicolás organiza la presentación de su show literario; Nicolás escribe. Y lo hace maravillosamente bien.
Nicolás crea un mundo propio, y nos invita a conocerlo, nos convence, risa tras risa, para que saltemos de la silla y crucemos la línea.
¿Te animás ? -me dice un maniquí, desde una mesa cercana-
Mi yo poético responde por mí, y de un empujón me pasa al otro lado.
Caí en DeCandialandia. Y aquí estoy. Conocí a un chico espejo y a su novia (son tal para cual); algo poco acongojado me saludó un jabón lleno de pelos (parece que enviudó hace poco); me hice amiga de un grupo de biromes, tienen muy buena onda y no cometen horrores de ortografía (fundamental!).
Acá hay de todo: buena música, humor, ternura, amor, sexo, deliciosas empanadas con un repulgue de película, películas, viejos verdes, cursos gratis de Excel y una tienda de ropa con un estilo muy seductor.
¡Dale!, ¡vení! ¿Te animás?
Eva Lanfranchini
2 respuestas a «Eva Lanfranchini sobre Dos bocas»
Eva siempre escribe las palabras adecuadas, en los momentos adecuados.Es un oasis leerla y merece que sea reconocida por su gran creatividad y originalidad.Definitivamente, no es de este mundo.
Eva es un oasis literario, que merece reconocérsela como una de las más creativas escritoras de nuestro tiempo.Admirable.