Podría decir que la palabra convivencia se define como la acción de convivir.
Mientras que el convivir sin duda alguna es el «vivir en armonía con…».
Pero cuando esa armonía se rompe, ni siquiera nos queda el vivir. Especialmente donde hay altos niveles de cohesión, donde el convivir indiscutiblemente se desenvuelve como la razón para formar una unidad. Porque si una de las partes de esta unidad no acciona como se espera, su interrelación con las demás se ve afectada y consecuentemente lo que era un todo armónico, ahora solo es padecer. Y padecer no es vivir.
Este ejercicio, es echar razones sobre algo que se siente. Es afianzar un pensamiento para sostener una decisión. Principalmente porque a estas alturas ya no hay vuelta atrás, pero de todos modos necesitamos de cada minuto para convencernos que no hay camino mejor que la separación.
Respecto a que ya no nos desenvolvemos como una unidad, hay varios que han dado justificaciones más que suficientes para demostrarlo. Y no se a vos, pero a mí, esta «disfuncionalidad» me duele. Y el dolor es el más claro de los síntomas que da irrefutables muestras de que ya no podemos convivir.
Por eso lo mejor es sacarte de mi vida. No sin antes agradecer todos estos años que hemos estado juntos y todo lo que me has dado. Gracias a tu intervención he podido llegar a desarrollarme como el ser humano que soy. Definitivamente no me será fácil seguir viviendo sin vos, pero confío que con el paso del tiempo cubriré de algún modo tu ausencia.
Muchos han compartido conmigo su experiencia de pasar por esta misma situación. Y todos concuerdan que en definitiva, es la mejor decisión.
Por eso uso estas líneas, mis últimas líneas, para despedirme. Para despedirnos. Se que no dirás nada, por eso es que hablé por los dos. ¡Adiós mi querida vesícula!
Ya no estarás en mi interior acumulando y liberando bilis en busca de asimilar mis ingestas grasas asentadas en mi duodeno. ¡Qué solo estará mi hígado de aquí en más!
¡Adiós mi querida vesícula!
Ve a jugar con tus piedras a los campos Elíseos de las vesículas, mientras el resto de mi YO, se queda aquí.
Javier Pizarro, Paternidad se estrena.