África suele ser noticia como escenario de epidemias, genocidios, migraciones forzadas, dictaduras interminables. Pocas veces se detalla que el misterio de las desgracias africanas lo devela una brutal historia colonial. Sin embargo, de allí provienen las obras de varios premios Nobel: Wole Soyinka, Naguib Mahfuz, Nadine Gordimer y John Maxwell Coetzee.
Fue el propio Coetzee, asiduo visitante de la Argentina, quien ideó, junto con las autoridades de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam), la cátedra Literaturas del Sur, dirigida por él y coordinada por Anna Kazumi-Stahl. Esa cátedra universitaria es un espacio de intercambio entre autores, críticos literarios, investigadores y docentes de África, Australia y América latina. En forma simultánea con las actividades académicas de la denominada «cátedra Coetzee», Unsam Edita ha publicado varios libros de autores africanos, entre ellos una novela de Mia Couto (1955), Un río llamado tiempo, una casa llamada tierra, en la que se retrata la vida de un joven que regresa al pueblo de sus ancestros. «Es un libro sobre la imposible frontera entre la vida y la muerte», dice. Se rumorea que Couto podría ser el quinto Nobel de Literatura nacido en África.
«La palabra escrita llegó a la África subsahariana tarde en la historia -dice Coetzee-. Por eso, los libros nunca han sido el principal vehículo para la transmisión de materiales culturales en África. África permanece fundamentalmente oral en su cultura verbal.» El autor de Desgracia señala que las historias y las canciones de los africanos pasan de una persona a la otra sin la mediación de la imprenta.
Hoy, en el marco de la nueva edición del Filba, se presentará en La Abadía el escritor angoleño José Eduardo Agualusa (Huambo, 1960). En un panel, junto con otros escritores invitados al festival porteño, se referirá a la construcción de la autobiografía. Pero ésa no será la única oportunidad de escuchar en vivo a Agualusa: el domingo, a las 17, también en La Abadía, conversará con un grupo de lectores sobre su primera novela traducida en la Argentina: Teoría general del olvido (Edhasa). Sobre el estado de la literatura africana, comenta: «No hay una literatura africana, como tampoco existe una literatura latinoamericana. Hay muchas. África es un continente inmenso y extremadamente rico y complejo. Cada país tiene su propia literatura. Hay incluso países como Sudáfrica, con varias literaturas en lenguas diferentes, y que parten de diferentes tradiciones».
Alain Lawo-Sukam nació en Bangwa, Camerún, en 1973. En el último Festival Internacional de Poesía de Rosario, presentó Sueño con África, un conjunto de poemas escritos en español y luego traducidos por él mismo al inglés y el francés. «La mayoría de los poetas que leí en mi juventud escribían en español -dice-. La belleza del lenguaje, así como el lirismo y el compromiso social de sus obras, conmovió mi pensamiento.»
¿Hay temáticas comunes en los libros de autores africanos? «Hay una faceta poscolonial que está surgiendo en la literatura de África, pero hay también otra, vinculada con las personas que han sido marginalizadas -opina la cronista Antjie Krog (1952)-. En la universidad damos cursos de escritura creativa a grupos de comunidades vulnerables. Allí los temas de violencia, incesto y violación empiezan a tener relevancia. En Sudáfrica, los temas son tan variados como la gente.»
El futuro de África, como el de su literatura, quizá dependa de una mayor visibilidad y comprensión, de nuevas lecturas y acercamientos.
La Nación, 30 de septiembre de 2016.