Roberto Cignoni nació en Buenos Aires en el año 1953.
Fundó, junto a Carlos Estévez, «Paralengua, la ohtra poesía», espacio dedicado al estudio y desarrollo de la poesía visual, sonora y experimental.
Codirigió, junto a Jorge Perednik, en su segunda época, la revista «Xul, signo viejo y nuevo».
Fue colaborador, entre otras, de las revistas de literatura «tsé-tsé», «Los rollos del mal muerto» y «Tokonoma».
Publicó siete libros de poemas: «Margen puro» (1982), «Resplandores» (1985), «28 poemas» (1987), «Nevada y estrella» (1992), «Ceros de la lengua» (2001), «La tempestad» (2012) y «Flexión de la luz» (2017).
Escribió dos obras de teatro: «La venida de Godot» y «Tosco: cinco escenas y contraepílogo».
Ha realizado artículos y ensayos críticos para distintas publicaciones argentinas y extranjeras.
Báñame
a tu partida, contempla
tu muerte florecer.
En lo que arde, de la sonda
que oprime al vacío.
Desciende ahora, más abajo, ¡con la fiesta!
Desciende entre los vivos, por la muerte sana.
Por la muerte tuya, este día
que agrega días al arte de luz.
Queremos oírte danzar ¡que tu adiós
encante!
¡Que no abandone su palabra a la estrella!
Todavía lavas el mundo. Todavía
arrojas un pie en la simiente.
La voz de nada
nos trae las imágenes: a causa de un olvido
es tanto lo que alientas, a causa de este nunca
por el que llegas a tiempo.
(De Ceros de la lengua)
* * *
Recitas
lo que me ayuda a desoír. Encanecidamente
yerra el sable al que no prestamos
guerra alguna, así
lo exige la flauta
soplada a través en la mudez de lo imaginado, así
lo mana la noche
que uno anudó a los mástiles de lo justo.
Mira más arriba:
para ti los nortes de la imagen, para mí
el cambio de marcha
para los dos el aliento vacante.
¡Tanto sabes,
tanto sabes en el mismo lugar a medianoche
de todos los lechos,
tanto enseñas sin la lámpara!
hasta que uno
uno ajeno sobre el pedernal de las respuestas
llora un fruto
a este lado y otro del vivir.
(De Ceros de la lengua)
* * *
En ninguna parte, de pie
está lo real: como polvo de mariposa
nos arroja a lo abierto
nos habla más temprano
el país entrañable, nos habla las afueras.
(Remabas.
Remabas en los confines de la ola.
Remábamos con el beso-
lontananza.
Lo que se extravía, no era.
No era aún lo conquistado, más allá
no era).
Un dios, también ilusión, nos quiso prender.
Te volviste hacia su celda, te recogí
en lo perplejo.
Nadie ¿quieres saber? nadie en el Libro
habló por nosotros. No
estábamos en su Aquí, a su Allí
no arribaremos.
(De Ceros de la lengua)
* * *
Háblame, vez y vez, de aquello y
de ninguno, dos -sin par, el vocablo
libre de horas: así
alaban los silencios reales
así la estrella
ensombrece en la estrella, así en lo cierto
se arrepienten los nombres, los nombres
con, los que al encontrar
nos perdíamos, con, los que al ignorar
nos sabíamos.
Una vez todavía, en los no
mundos abrazados, aquello que queda
de las canciones por balar, lo cargamos
como el último soldado en la batalla
lo caminamos de baldío en baldío
lo respondemos con el mismo preguntar.
Un brindis -te lo ofrezco
con agua de olvido de las bocas
por lo que quiere
en las puntas, acallarse y esplender.
(De Ceros de la lengua)
* * *
Broté
en lo más íntimo de una palabra y forma.
Escuché a lo que prometía estrellas, lejos
y lejos de los cielos.
A lo que sonreía muerte en hospicios de Dios.
Nadie me supo.
A través de una ausencia tuve que pasar.
Para que una palabra, donde el amor se hace señas,
pasase también
extraña y libre a los duelos del aliento.
Cien veces vacié el lugar,
vacié la palabra;
nos propinamos mutuamente blancura y serenidad.
Radiantes
se habitaron las cosas, las sosegadas
de todos los pensamientos. ¡Tanto
lindaron los abismos con la luz del mundo!
Nuestra vida,
nuestra muerte, pero ¿qué
remontan ellas
hasta honrar la palabra?
(Inédito)
* * *
Niño, ¡escúdate!
la cesárea de mundo a tu nacimiento
deslizó dolor a la boca
que te besa, un silencio
vigilante mientras dormías
se hizo escoria bajo el tambor de voces.
Orea los minutos. Disculpa
al que serás.
Voluble se volvió el corazón
al roturar un libro de sentencias
y una palabra, colocada de lado,
condujo mundo por los espectros del tiempo.
Niño, ¡respírate!
nadie sigue el rayo de tus ojos
hacia la más secreta noche
cuando el claro de luna reúne
vacío y follaje, y la insignificante criatura
canta a coro con tu nombre. Disculpa
al que serás.
Avanza por nunca.
(Inédito)
* * *
De pala
al tocar en lo hondo
la piedra
nos volvimos hermanos
-hubo
aun gusano y raíz, vivos,
de donde aún se llama, en lo más
propio.
Tú
fuiste debajo
para sostenerme, yo
encima
alcancé a entibiarte.
(Inédito)
* * *
A una lápida, tallada
entre el cristo y la fiebre, a una
lápida de dos ruegos
para un solo de ausencia, a
cuanto perfume
de sus flores en la brisa moviente
redobla el alba la canción
que espera por nadie en la claridad del mundo.
A este adiós,
no más que el calor
o que el calor de los cantos fantasmas
cuando el duelo del sentido iguala a la luz
y la luz es sin forma completa, a
este nunca que palpamos sobre las voluntades
en el dominio de un juego
que no busca su dominio.
A aquél bajo sus crímenes, a
éste con sus concesiones, a los mil involuntarios
del fraude o los sacrificios
para que todo origen
sea fuera de las intenciones, todo fin en
el descuento de los logros
cuando el hombre, ya fecundo, se honra a sí
en los sagrados olvidos.
El viento sereno penetra
a la serena morada,
la palabra por la que nos despedimos le da
la bienvenida en la puerta,
éramos nosotros
cuando nada éramos para los mundos reales
una tenue brisa de transparencia profunda
que hablaba en los claros
para lo puro y ausente.
(Inédito)
* * *
En torno a la inexistencia
hay también un aura,
un puro consumirse delicadamente abierto,
que en tanto nos volvemos a la muerte
resplandece para nuestra inocencia
y abre en el espacio
una línea pura.
Este privilegio del final
y este dejar encendido que no son
todavía y tal vez por siempre, nuestra vocación
pues llevamos delante de nuestras narices
el anzuelo de cualquier vida
y a la muerte sin pudor la instrumentamos
para el desvío eterno y el escarpe de Dios.
En ti y en mí
por la vida orgullosa y la muerte clara
sigue hablando lo que no es,
sigue hablando -y por la palabra invaginada
se vuelve palpable como puro abismo
y así
somos cumplidos en la irrealidad y el abandono
igual que la hierba y el animal, que al pasar
cuidan el Sí sin ilusión.
(Inédito)
* * *
Hasta
siendo, en brotes
la fisura de un decir
sobre el corazón -te
escucho.
Ahí
y ahí, alcanzada por el giro
de los blancos capitales, para
siempre
en posesión.
Habrá, con
la nunca parcela
entrada en rojo una
flor: sangre, que
no quieres
separar.
(Inédito)