Hay tantos pájaros listos
dispuestos a ser
nido y hambre
elegís mi cuerpo
como si no estuviera roto
como si esta voz tuviera
algo para decir
ni una torpe promesa
y sin embargo los besos
hermanos
de nuestra sangre
despiertan animales
nuestra humanidad.
En la noche sucia
empezamos a volver
a nuestra casa
ella con su voz
yo con mi silencio
otra vez los mismos
porque hemos cambiado.
Entre el monte y la ciudad
vibrara un jardín
la calma
con la que plantaste
las flores elegidas
dejaríamos crecer
algún pasto intruso
a veces
vendrían animales
humanos o no
a visitarnos.
El lenguaje se rehízo
tras la noche
puede nombrar
las cosas de nuevo
como si fuera verdad
y no es
lenguaje alumbrado.
Tal vez no sepa distinguir
persistencia y agonía,
salvo después,
cuando la muerte recuerda
que siempre estuvo ahí.
O quise negar
que el río termina,
que hay muertos
que ya murieron
y todavía
yo no.
Besabas las palabras al decirlas,
jugabas en el aire con la boca
ya dada esperando
que yo moviese alguna pieza.
Y me enredé en recuerdos
porque en la casa de la infancia
no está ya la infancia,
porque crecí
con esta memoria
emboscada y rígida.
Y esperar no sé esperar
e igual espero
que tu olor tiña la noche.
Qué lugar
es un libro.
Llego
a otro lugar,
donde se lee
habitaciones disponibles,
donde se lee
lengua hermana.
Pasaron meses. Y hoy
el cielo hinchado de pájaros
quiere agrandar el día.
Más temprano vi
que un hombre se alejaba.
Lo tragaron los árboles. Iba
a sanar su nombre, solo.
Después, festejó en compañía.
El deseo empieza siempre, es puro
comienzo. Mi cuerpo
fue una casa
de aire o de humo
para tu voz, que amanece.