(aquella noche, el ocre viró a magenta opaco; caminaba retornando al hogar sabiendo que la luz prendida era ella esperándome; arribando a la entrada, aprecié cómo desde ahí salían los gritos, junto con mis pertenencias, que terminaban por aterrizar a metros mío; su cara dirigía improperios como misiles, casi los sentía impactarme; no así una silicia que aún con brebaje dentro, estalló en cientos de astillas decididas a clavarse en mi pierna; aquel fue el momento en que acordamos una nueva partida; ella por un lado, yo por mi suerte)
Mana, «La anticuaria».
herpes, Viajera, 2010.