Se sienta y comienza a relatar.
Quienes la oímos
nos tapamos la boca azorados
conteniendo ese aullido de espanto
que ella sí profiere.
La mujer desenrosca esa escena inolvidable:
la puerta la pileta el agua el niño flota.
La vemos doblar y desdoblar un pañuelo imaginario
estrujarse la piel viva que recubre sus manos.
Los labios le tiemblan
como la cabeza
que ha cobrado vida voluntaria.
Desarmada
mira a la sanadora
en busca de una paz que se tragó el tiempo
y sigue temblando
ella
y nosotros
que vemos esa mirada suplicante
que sentimos el cuerpo frío de su horror mojado.
Loreley El Jaber, La Playa.
Viajera, 2010.
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