Gregorio tenía la manzana entre ceja y ceja, como incrustada en su cabeza. Y aunque su Dios Kafka se lo hubiera prohibido, había llegado el momento de morderla. Para conocerse, para ver qué había más allá de él… Agarró la manzana. La probó. Pensó en decirle a Milena que le metiera un mordiscón, pero su Eva no estaba. Por eso, solamente a él […]
Diego Recalde – La Meta de Gregorio
