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Sueño con África, la lectura de Karina Macció (Parte II)

Aquí, la segunda parte de la presentación de Karina Macció en el Texas A&M University Simposium sobre el libro de Alain Lawo-Sukam, Sueño con África.




La madre-tierra natural 

África aparece representada como una mujer. Siempre adjetivada y connotada en femenino, el poeta le habla como un enamorado o como un hijo. Éste fue uno de los casos donde extrañamente el inglés, idioma que no distingue en sus significantes el género, con el uso de la palabra “motherland”, nos resaltó la importante carga femenina que se le asignaba a la palabra “patria” en español, o “patrie” en francés. Si bien ambos términos son femeninos, derivan de “pater” en latín: el padre, el paterfamilias y toda una organización que gira en torno a él, son evocados por estos significantes. La construcción que el poeta hace de África propone una tierra generosa, dadora de vida, una madre que se brinda completa a sus hijos, una mujer ultrajada por los “conquistadores” y “piratas”. Sin embargo, lo que quiero resaltar es la potencia femenina que el poeta elige mostrar, potencia que posibilitaría la reconstrucción, la “resurrección” de todo el continente. Por eso, “patria” en este libro debe entenderse como “matria”. África es la tierra-mujer de la naturaleza exuberante y variada, de la música constante, de la magia:


Viviendo en tu seno 
recorrer el mundo entero 
no es más que una ilusión lejana.
Desierto, sabana, selva
guardas en tu canto. 
De la jirafa a la hormiga
tu fauna me ciega de maravillas. 

Artista: Ndambo


El mundo entero está en África. Y si tomamos la procedencia del autor, nacido en Camerún, a este país se lo denomina «África en miniatura» por su diversidad de paisajes, etnias y culturas. Alain compara a África con otras tierras maravillosas de la literatura para realizar, de esta manera, su fundación literaria: “Antes de que amaneciera Carpentier en Sans Souci, antes de que García Márquez descubriera Macondo, fuiste tú, África, tierra del realismo mágico, mundo de lo real maravilloso.”.
Nuevamente, el poeta pone a África primero. Se trata del origen de lo real maravilloso. Como dice el mismo Alejo Carpentier, lo real maravilloso no tiene que ver sólo con un movimiento literario, sino con una forma de percibir la realidad y de estar en ella. Lo cotidiano deslumbrante y absurdo es vivido con normalidad en las tierras americanas, en Latinoamérica. Hechos que escapan a la lógica suceden todo el tiempo y constituyen el acontecer diario. 

Lo real maravilloso, en cambio, que yo defiendo, y es lo real maravilloso nuestro, es el que encontramos en estado bruto, latente, omnipresente, en todo lo latinoamericano. Aquí lo insólito es cotidiano, siempre fue cotidiano, los libros de caballería se escribieron en Europa, pero se vivieron en América.” (Lo Barroco y lo Real Maravilloso, Alejo Carpentier)

Esta referencia me hacía un guiño y me obligó a ponerme en perspectiva: con África como precursora de estas tierras, las americanas, y con una nueva capa de realismo maravilloso, todo cobraba más sentido. La misma maniobra que Borges en Kafka y sus precursores, aunque al revés, aquí se trataría de África y sus sucesoras, la matria de lo insólito cotidiano. 


El encanto de la música

Otra palabra que despertó nuestra curiosidad fue el uso de “chant”, que dada la posibilidad, aparecía en inglés y en francés con el mismo significante, pero en español alternaba entre “canción” y “canto”. Sin embargo, la elección de “chant” le daba una connotación religiosa, coral y poética que se perdía en el uso más cotidiano de “canción” o “chanson”. Por un lado, el cantar está asociado a un ritual que tiene que ver con la plegaria o con la poesía. Y así la poesía también aparece unida a la épica y por ende a la historia. Por otro lado, se encuentra el cantar como una acción que remite a la infancia. En este sentido, aparecen dos claros ejemplos: la canción de la niñera y la canción de cuna. Aquí se distinguía también la palabra en inglés y en francés, “song” y “chanson”.
Me interesar volver a “canto”/ “chant” y a todas las posibilidades que se despliegan. Todo el libro puede ser visto como un gran canto a África que va variando de tono. Principalmente exclamativo, se realiza una invocación y una alabanza, pero se alterna con el lamento que lleva a una tristeza y a una reflexión profunda. Me pareció entonces que se podía caracterizar como una “eulogía”. Esta palabra llega a mí desde el inglés: “eulogy”. En castellano termina convirtiéndose en un nombre de mujer, Eulogia, que se vuelve grave, sin tilde. Proviene del griego y significa “decir bien”, pronunciar buenas palabras, alabar. El sentido de “eulogy” en inglés, que deseo retomar como “eulogía” en español, se refiere a un tipo de discurso que se pronuncia en un funeral para nombrar todas las buenas cualidades de quien ha muerto, o también puede servir para rendir tributo, celebrar, a quien está vivo. 
Este sentido de “eulogía” no existe en español, pero creo que es parte del procedimiento de lectura de Sueño con África. No alcanza el español, el inglés, el francés, no alcanzan las lenguas africanas. Cada sistema aporta la suyo y genera uno nuevo, poético y personal. Con su polifonía permanente, con su nueva lengua y su nueva significancia, necesité un concepto que procedía del inglés y no tenía equivalente en castellano. 
“Eulogy” o “eulogía” posee un sentido distinto del de una composición elegíaca, fundamentalmente un poema de lamento, que surge en ausencia definitiva de su objeto. Por el contrario, lo que me interesó de eulogía fue su ambivalencia en cuanto a la existencia física o no de su objeto, y la gran diferencia respecto del tono, que se construye a partir de lo positivo. Sueño con África no es un libro de lamento, aunque se lamenten las guerras, el hambre, los gobiernos corruptos. Prevalece la celebración de todas las cualidades que permiten una salida a los problemas del continente. Desilusión y festejo, desesperación y esperanza. Claro que en esta creación poética de África, hay algo que necesariamente está perdido. Para empezar, el referente, ese continente real. El libro sólo es posible gracias a la distancia. Esa perspectiva, propia del viajero y del exiliado, permite abarcar más plenamente el tema. También están perdidas la abuela bangwa, la niñera que cantaba para dormir a unos niños que ya no son más. Es la infancia, es África, es el recuerdo. Y sólo a través de la lengua, de las múltiples lenguas, esto se puede revivir, o volver a crear. 
Todo documento de civilización es también un documento de barbarie, reflexionaba Walter Benjamin. Aquí se trata de lo mismo. Las cualidades y logros que se nos presentarán como propias del pueblo africano, no dejarán de lado la devastación de los conquistadores, la opresión de ese pueblo y al mismo tiempo, una vez alcanzada la libertad por medio de sangrientas batallas e innumerables sacrificios, la propia incapacidad, que lo lleva a seguir cometiendo los mismos errores, a caer de nuevo en la corrupción.

La eulogía se realiza a través de la poesía cantada por el griot, figura similar a la de un bardo, trovador o juglar. El griot, considerado un líder dentro de la comunidad, conserva y propaga el tesoro de las tradiciones orales, de la historia del grupo, a la vez que se mantiene informado sobre la realidad cotidiana y los hechos importantes del presente. Con la puesta en escena del griot, todo el libro se musicaliza y puede captarse más sensorialmente, más auditivamente. Entre la prosa poética, de índole narrativa, que intenta reponer hechos históricos, creencias religiosas, mitos y costumbres, y una poesía de exaltación con un ritmo fuerte y ascendente, que bien podría ser acompañada por instrumentos de percusión, el griot es el personaje que media muchas veces la voz del autor, es la máscara necesaria, imprescindible para que este libro “suene”. Cito un poema:

La luna brilla sobre la cabeza de la ceiba sagrada. Vestido majestuosamente con su gandura y con su gorro kufi, el griot mira al cielo en comunión con las estrellas, en diálogo con la historia. El coro juvenil anuncia su presencia y despierta a los búhos aterrados. 


Canta, griot trovador 
canta, juglar de capa negra 
canta, hermano mío.

Alza la voz angélica
deja vibrar las cuerdas vocales 
y entona un canto nuevo
con la kora, la sanza, el mvet
el címbalo sonoro.

Ahora podemos escuchar la voz del griot que intenta aconsejar a un público infantil. 

¡Escuchadme, hijos míos, mi África!
Ayayo ayayo ayayoooooo 
Más vale dar poco que prometerlo, guerrero bamileke tan preciado.
Ayayo ayayo ayayoo ééé ééé
El hombre se hace hombre por los otros, lejano tsonga de mi alma.
Ayayo ayayo ayayoooooo 
El río sigue su curso sin aguardar al sediento, bendito pueblo kikuyu glorioso.
Ayayo ayayo ayayoo ééé ééé
El que quiere miel afronta a las abejas, picaduras de mi tierra wolof.
Ayayo ayayo ayayooooooo 


De “eulogía” también me gustaría rescatar el sentido que adquiere dentro de la religión católica, único momento en que encontré la palabra con tilde, aguda. La eulogía es concretamente el pan que se distribuía, después de haber sido bendecido, en las comunidades cristianas de los primeros siglos. Aún hoy, en algunos lugares, se distribuyen estos pedacitos de pan para quienes no pudieron comulgar. No se debe confundir con la eucaristía, que sólo se otorga durante la celebración de la misa. “Pan bendecido”, el término eulogía se ha vuelto sinónimo de “bendición” y “regalo”. Metafóricamente, el canto del griot funciona como el alimento de las mentes y las almas de quienes lo escuchan. En el poema mencionado, son los niños su público, y a ellos el griot intenta transmitirles enseñanzas básicas de la vida. 

Al grito macabro del lúgubre duende, se despide el griot con la última melodía de la kora. Los niños temerosos vuelven a sus chozas con la cabeza pensativa y los ojos soñolientos.

La impronta católica recorre el libro. Sincretismo y mestizaje, me interesa resaltar el “pan” como bendición, alimento a la vez real y simbólico. El mismo Alain habla de las dificultades económicas que tuvo que afrontar, enlazando lo alimentación del cuerpo con la de la mente.

Crecí en un país donde para sobrevivir hay que ser pragmático. Mi mayor preocupación era superar el hambre por medio de una buena educación que me permitiera encontrar un trabajo conveniente para garantizarme el pan cotidiano.

El pan nuestro de cada día –como dice la oración católica–, el alimento básico. Sin ese pan es imposible sobrevivir, pero una vez que la “panza está llena” –expresión que se repite a lo largo del libro– es una obligación y una necesidad volver a la poesía, concebida como una conjunción de música, tradiciones, historia y visión personal. La poesía es la única forma de expresión humana capaz de liberarnos, una alternativa válida a la opresión, una forma de cambiar el mundo porque es una forma de construirlo. Si no ideamos o soñamos la mejor África posible, si no decimos lo que encontramos destruido y corroído, ¿cómo sería posible cambiar? En este libro, la palabra es una puerta que se abre hacia un futuro que deseamos. La palabra es algo real, tan concreto como un ladrillo, que aún cubierto, invisible dentro de una pared, es parte fundamental de una edificación. Y la poesía es el pan simbólico, bendición y regalo, que ofrece el griot a quienes escuchan. Cito de nuevo a Octavio Paz: «Negación de la religión: pasión por la religión. Cada poeta inventa su propia mitología y cada una de esas mitologías es una mezcla de creencias dispares, mitos desenterrados y obsesiones personales.»
Roland Barthes escribe al comienzo de Fragmentos de un discurso amoroso, “Es pues un enamorado el que habla y dice:”. En Sueño con África podríamos anteponer: “Es un griot el que entona”, un griot enamorado. 


Karina Macció, 2013.