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Envión abierto * Axel Levin

Envión abierto

Es domingo a la mañana y tengo dos pasajes al sur. Hace frío y ya siento el lago en el aire, la ansiedad de la mochila, de la montaña a lo lejos, de horizonte o luz al mediodía con un mate para estirar el hambre y tener los ojos más abiertos. Al de ahora, le puse burrito y lo acompaño con un budín de algarroba y mermelada de naranja.
Ella está en manga corta y pienso en cómo hace para no tener frio. Frente a la compu, concentrada en un trabajo, se olvida del resto y le digo que coma algo, sino cebo, agarra un mate y otro, y quizá después le duela la panza. Sé que yo también debería estar estudiando: en la mesa la pila de apuntes es grande y está enfrente, imposible de no ver. Una decisión mía o un resignarme a lo obvio, que tal vez sea lo mismo. Porque lo pensé, pero el viaje de ida a Bariloche, vuelta desde Esquel, los alerces y los refugios azules, nombre de un lago verde, y de nuevo él que se me cruza sonriente, algo irónico, como diciéndome ¿otra vez vas a convencerte de que podés elegir?
Es cierto que estoy por la mitad de “Libro de Manuel”, y que lo leo con ella, pero no tiene que ver con eso: en este tipo de situaciones siempre se me aparece Julio y el sentido de las cosas, el parcial o la escritura, Oliveira o la Maga, seguir con el mate o preparar el almuerzo, el sur o el primer domingo de Octubre. Elegir o ceder contento.
Ya tenemos los pasajes y hoy el aire circula sensible, con algo de caída libre, de salto a la piel, colores a descubrir o combinar. Me acuerdo del primer beso que nos dimos en una fiesta. Que después de miradas, sonrisas, chamullo y baile, te aparté con una excusa boluda, un pasillo sin gente que solo tenía cuadros, pinturas que ninguno de los dos pensaba ver. Y justo antes de tus labios, por cómo apoyaste tu cuerpo en el mío, o las ganas de estar tan cerca, apretar y agarrarte, supe del envión abierto, que ahí había una fuerza particular.
Me doy cuenta que estoy escribiendo esto porque me acordé ayer. Entramos a internet, elegimos día, hora, destino; seguimos al paso siguiente y copiamos la decena de números en relieve de la tarjeta de crédito. Llenamos el resto de nuestros datos y de un momento a otro teníamos descargados los tickets en el escritorio de la computadora. Te miré diciéndote nos vamos, te acercaste hasta darme un beso y mis manos se movieron a tu cara para sentirte más. Ahí el recuerdo, de repente, como un golpe de tiempo actualizándolo todo.
Ahora me decís te amo, cebándome un mate, viendo que por escribir el que se olvidó de la algarroba, la mermelada de naranja o el termo, fui yo. Será poco y mucho, pero solo tengo bien en claro algunas cosas. Como que el salto y la caída, que la piel y los colores, que el vértigo del aire frío, que me resigno contento, que siempre la poesía, que la fuerza es puente, que detrás del envión abierto hay un lago, y que tengo dos pasajes.

Axel Levin, 2015.

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