Criatura preciosa, erguida, responde con eficacia y solvencia de hábil mayordomo, produce como una autómata. Con un pedigrí que deslumbra, esta criatura hace todo con la seriedad y el cumplimiento que se espera. Con mucha energía, como la criatura hecha y derecha que es. Cuida, nutre, provee. Siralí es su nombre.
Siralí con bolsillos inesperados, cajoncitos para guardar carcajadas, caricias que despeinan. Y caramelos, placeres a mano, de los que dispone siempre para los demás, porque se encuentra en esa alegría.
Pero cuesta verla ahora como se la veía antes. Cuesta hallarla en los rincones de la casa porque, de a poco, Siralí va encontrando su sitio en la mesa de la cocina, en el patio de la familia.
Ella se oculta sola, con un cielo aparte de luces de noche que le abren camino hacia los otros. Siralí, tierna criatura a la que cuidar para que siga guardando entre sus ojos y el mundo un espacio de ensueño. Solo para ella.
Lorena Suez, Intemperie.
Viajera, 2016.
