(…) No es preciso hacer un inventario de las ideas que han sido admitidas durante todo el proceso civilizatorio; el hecho es que algunas han sido tan fundamentales que han permitido reformular la estructura misma de las sociedades y en ocasiones hasta los sistemas que los regían. Ideas como las que han dado lugar al racionalismo cartesiano, por dar un ejemplo inequívoco, a la astronomía galileana, al psicoanálisis freudiano, al marxismo, al relativismo einsteniano, reaparecen incesantemente en enunciados que no necesitan invocarlas explícitamente para que se perciba su presencia y su acción. Como el personaje de Voltaire muchos enunciadores son cartesianos, galileanos, freudianos, marxistas, einstenianos sin saberlo.
A partir de aquí se diría, como para entrar en tema, por si no lo hicimos todavía, que las ideas, todas, grandes y permanentes o circunstanciales, sea cual fuere su forma y tal cómo se las entienda, sea cual fuere su alcance, lo que las ha determinado y las circunstancias en las que surgen, se deslizan por todas partes, como agua por canales inesperados, y penetran en los discursos a sabiendas –mediante citas- o no, confiriéndoles su sustancia: las ideas traman redes de sostén que son su virtud o su fatalidad, en suma una fuerza a la que me he referido inicialmente.
Y el que reaparezcan en lugares impensados y hasta impensables suele ser ante todo sorpresa de advertidos: advierten eso pero no que eso es producto de ese juego de admisión que porque ha filtrado tales ideas explica su fuerza y su poder. Lo que Marx señaló críticamente, por ejemplo, respecto de las leyes básicas del capitalismo, cuando el capitalismo todavía no era lo que es hoy, aparece en expresiones acríticas actuales o que, teleológicamente, están en las antípodas de las ideas de Marx. (…)
Noé Jitrik, Lógica en riesgo.
Viajera, 2016.