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Mario Nosotti entrevistado por Augusto Munaro

 

“La poesía es un discurso ambiguo”.
Entrevista a Mario Nosotti*

Con El proceso de fotografiar (2014), Mario Nosotti funda un espacio donde la percepción de las imágenes revelan el hilo poético de la invención. Una caligrafía propia que encuentra una trama que transita de la experiencia a los tonos privilegiados de la lírica. Así, El proceso de fotografiar opera como un cuarto oscuro donde se revelan las imágenes captadas por el poeta: sus poemas. El libro entendido como piezas que se construyen desde el equilibrio áureo del instante.

Entrevista

Augusto Munaro [AM]: La foto busca captar la realidad de un instante. ¿Qué luz busca capturar el poema?

Mario Nosotti [MN]: Creo que al igual que la foto el poema también es una captura. No necesariamente de algo que está afuera, sino de algo que se entreteje entre la percepción, la imagen verbal (que es íntima y a la vez cultural) y la materialidad de la escritura. Cada poeta tiene su grano, su punctum. Pero el poema se desarrolla en la sucesión temporal. En ese sentido se parece más a un gabinete móvil o a un escenario teatral. Una caja que irradia sonidos y hologramas al que se expone a dicha irradiación. Lezama Lima dice: la poesía es un caracol nocturno en un rectángulo de agua.

[AM]: Si no hay luz, no hay fotografía. ¿Si no hay verbo, no hay poesía?

[MN]: La luz es la activadora, sin luz no se produce la alquimia; el verbo es un tipo de palabra que es en sí mismo existencia, manifestación, posee un estatuto de duración que la ubica en el tiempo y el espacio, la poesía sin verbo sería un oxímoron, como el agua seca. El poema es un artefacto que verbaliza las palabras (estoy tentado a decir, el mundo): si digo cactus, casa, sombra, son verbos.

[AM]: ¿Qué dialéctica se da entre el lenguaje fotográfico y el poético?

[MN]: El otro día, Guillermo Saccomano, que es un gran lector de poesía, decía en una entrevista que el poema es inside, es iluminación. Eso lo saben todos los poetas: aunque trabajen sobre algo planificado o sobre una determinada estructura, los núcleos de sentido son casi siempre algo que se configura misteriosamente, es decir, no son producto de algo preparado sino de la inmediatez. Después, podemos indagar en ese proceso, pero siempre seguirá siendo algo bastante misterioso. Porque lo vivo no tiene explicación, o mejor dicho, toda explicación le es refractaria. El ojo del fotógrafo también revela, hace aparecer algo que no estaba, como dice un poema del libro: “Aprieto suavemente ese gatillo / y corto una porción de realidad –como de pizza– que hasta antes no existía”. La foto y el poema como revelación, instantánea de la luz y del lenguaje.

[AM]: ¿Qué tipo de presencia te ofrece la fotografía en contraste con el poema?

[MN]: El problema en el caso de la imagen, es que aparentemente todo está ahí; el cine y la fotografía se enfrentan a “eso lleno”, donde todo está dado de antemano, al contrario de la literatura donde cada palabra construye la visión. Ahora bien, cuando veo una foto no veo “la cosa”, veo lo que ya vio alguien (una intención, un punto de vista), incluso en lo que quedó afuera hay una decisión. Se filma o se hacen fotos para volver a ver las cosas como si fueran nuevas, la cámara stylo, como la estilográfica, donde lo que importa es el trabajo con un determinado lenguaje.

[AM]: Por momentos el libro está articulado como un diario donde hay un registro pormenorizado de cada experimento con la luz. ¿El orden que fueron escritos los poemas coincide con el que aparecen en el libro?

[MN]: Es interesante lo que decís, no se me había ocurrido leerlo como un diario. Hace tiempo que la poesía se me da por fragmentos que se van entrelazando. Creo por otro lado que es un síntoma de época, al revés de lo que era antes, ahora es más raro ver libros con poemas cerrados. Volviendo a tu pregunta, sí, el libro se escribió en dos o tres tiradas y luego me pasó lo de otras veces, trabajarlo mucho tiempo, cambiando cosas mínimas, recortando, recombinando los bloques de la serie. Ese proceso lento, algo angustiante, donde muchas veces no se sabe si hay algo, si se va a ver la luz, es para mí el proceso de escribir. Las cosas reposan a veces mucho tiempo, se retoman, hasta que en un momento uno lo ve, ¿qué cosa? el poema, de pronto tomó forma, es la alegría de la concreción. Mi nuevo libro, La casa de la playa, que sale en unos meses, sufrió un proceso similar. Por eso soy muy lento, pasan años entre un libro y otro.

[AM]: ¿La cámara lúcida de Barthes apareció en algún momento mientras trabajabas el libro?

[MN]: No. No preparé mí tema, no leí al respecto, fue surgiendo simplemente con la misma escritura; sí tenía en la cabeza algunas fotografías conocidas, que son parte de cierto imaginario cultural, y la experiencia inolvidable de salir a hacer fotos, de encerrarme en el cuarto oscuro a revelar, todas cosas que directa o indirectamente se filtraron en el poema.

El poeta Mario Nosotti.
El poeta Mario Nosotti.

[AM]: Algunas piezas –hablo de poemas enteros-, están en itálicas. ¿Qué valor agregado sugiere esta pequeña operación?

[MN]: En general uso la itálicas como irrupción de otra zona, otro tono de voz, un matiz que no llega a definir un otro, como pasa cuando uno viene pensando algo y lo interfieren voces, expresiones que cuesta identificar como propias pero que están ahí. Cuesta reconocerse en ese vocerío, el discurso constantemente interferido que somos.

[AM]: Hay unos versos tuyos que dicen: “Sólo el ojo en la cámara recorta/ detiene, y después fija” ¿Y la memoria?

[MN]: La fijeza de la imagen fotográfica tiene, me parece, una naturaleza sensiblemente diferente que la de la memoria, constantemente modificada, recreada. En la foto la modificación se da porque quién mira nunca es el mismo, y entonces la foto cambia, nos dice diferentes cosas. La memoria es también una imagen, pero de otra naturaleza, más inestable, gaseosa diría, que nunca está del todo fija. La foto es una materialidad que también varía pero tiene otro anclaje.

[AM]: ¿El poema es una intervención en la realidad y no en su representación?

[MN]: El poema es alquimia, es la materialización de algo. No representa ni refleja nada, y si lo hace es por extensión, porque su naturaleza es poiesis, ¿no? El problema de la crítica es precisamente caer en la interpretación, creer que el poema es una flecha que nos señala algo, una clave que hay que descifrar. Me parece que el desafío, así sea de una pequeña reseña, es poder crear algo a partir del impulso de ese objeto que irradia. Expandir sus resonancias, asociarlas a otras nuevas y hacer otro artefacto, autónomo y dialogante. Hacer crítica de poesía es un reto mayúsculo.

[AM]: ¿Todo poema tiene que producir cierta incomodidad?

[MN]: Es posible, no necesariamente. Puede producir alegría, asombro, tristeza, todo junto. La poesía de Ortiz por ejemplo, produce en quién la lee un abismarse en la materia que circula, deriva, se deshilacha. La incomodidad estaría en que siempre se sale de lo conocido, siempre hay un desacomodamiento. Entonces quizás sí, tenés razón.

[AM]: ¿Por qué algunos se esmeran tanto en querer que el poema se entienda?

[MN]: Habría que preguntarles. Quizás por falta de confianza en sí mismos, o en el lector. Pero la poesía es un discurso ambiguo, polivalente, que de algún modo exige, como decía Beckett, que la escritura fracase.

[AM]: ¿Cómo avanza tu esperado ensayo sobre Juanele?

[MN]: Desde hace algún tiempo las dos vertientes que asumió mi escritura son la de la poesía y la de las reseñas de libros, que tienen zonas comunes pero que requieren otro trabajo y otra competencia. Por otra parte, de una reseña a un ensayo de largo aliento hay un salto. Para mí es muy enriquecedor el desafío, lo mismo que probar otros registros, porque uno entra en zonas precisamente “incómodas” donde se descubre. Lo de Juanele es una insistencia que poco a poco va tomando forma; desde que lo descubrí allá por el año 1986, en el dossier que le dedicó el primer número del Diario de poesía, mi interés por su obra y su figura –que no puedo separar limpiamente– se fue acrecentando. Todavía me sigo preguntando quién es Juan L. Ortiz.

 

*(Buenos Aires – Argentina, 1966). Poeta. Cursó estudios de Letras por la UBA (Argentina). Entre 2004 y 2006 editó la hoja de poesía Música Rara y en 2006 organizó el 1er Encuentro de Revistas de Poesía en la Biblioteca Nacional Argentina “Las ínsulas extrañas”. En 2014 obtuvo la Beca de Fondo Nacional de las Artes en el área de Letras. En la actualidad coordina talleres de lectura y escritura creativa y colabora con el suplemento “Radar libros” (Página 12), la revista Ñ (Clarín) y la revista Los Inrockuptibles. Ha publicado en poesía Parto Mular (1998) y El proceso de fotografiar (2014).

fuente: http://www.vallejoandcompany.com/la-poesia-es-un-discurso-ambiguo-entrevista-a-mario-nosotti/